Un sapo en Colombia es un chivato, un traidor. Por eso, cuando uno se enfrenta al play en la serie de Netflix El cartel de los sapos: el origen, puede imaginarse que es lo que se va a encontrar. La serie colombiana, es la precuela de El Cartel de los Sapos. Algunos de sus personajes e historias les resultarán familiares a quienes hayan visto ya la tercera entrega de Narcos, en las que aparecen también los protagonistas reales de esta serie, los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela - interpretados por el venezolano Francisco Denis y el mexicano Damián Alcázar- fundadores del cartel de Cali, ya convertidos en mafiosos. Pero ¿cuál es la historia real detrás de esta serie y qué fue de sus protagonistas?
La serie del cartel de los sapos: el origen, está basada en la novela El cartel de los sapos escrita por el ex narco Andrés López López, mientras estuvo en la cárcel. Cuenta, desde la experiencia que él mismo vivió, cómo se forjó el imperio de los hermanos Rodríguez Orejudo -quien en la ficción son los Villegas- al frente del temido Cartel de Cali. Dos hombres que escalaron posiciones en el universo criminal gracias a su ingenio y su astucia y que llegaron a controlar el 80% de la exportación de la cocaína colombiana a EEUU tras la muerte de Pablo Escobar.
Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela - llamados en la ficción Leonardo y Emanuel Villegas interpretados por Sebastián Osorio y Juan Pablo Urrego - , eran dos chicos humildes, de una familia de seis hermanos, hijos de un pintor y una ama de casa. Y hasta ese origen, cuando a finales de los años 40 la familia se mudó a la ciudad de Cali, nos lleva la serie en la que la familia juega un papel clave. Como recuerda en varias ocasiones en la ficción uno de los protagonistas: "La vida en la calle es una, y la de la casa, otra".
Los Rodríguez Orejuela empezaron, como muchos narcos, con pequeños trapicheos, luego crearon una red de farmacias, y poco a poco fueron aumentando en relevancia. Mientras, continuaban con su vida, como dos jóvenes estudiantes de éxito que se convirtieron en empresarios a los que aparentemente la suerte les acompañaba, mientras trazaban a su alrededor una red de conrrupción que garantizaba su éxito. Gilberto estudió incluso Derecho en la Universidad Santiago de Cali. Su hermano Miguel fue de su mano escalando puestos en la élite colombiana hasta tal punto que llegó a comprar a principios de los 80 un equipo de fútbol en Cali, El América.
Y mientras Miguel ascendía en la sociedad y establecía sus vínculos con la élite gracias al fútbol, Gilberto llegó a presidir Chrysler Colombia entre 1979 y 1983, al hacerse cargo -tras un chivatazo- de una tremenda deuda de la filial colombiana de la empresa automovilística.
Gilberto huyó una temporada de Colombia, después de que un narco le implicaraen el asesinato de un ministro en su país, y optó por refugiarse en España, donde comenzó de nuevo con sus negocios inmobiliaios, pero fue detenido por una orden internacional de busca y captura, y después repatriado de nuevo a Colombia en 1984.
Vida de apariencias y sobornos
Como en la serie, la vida de apariencias que llevaban los miembros del cartel de Cali, en la que aparentaban ser empresarios, trataba de mantener a sus familias al margen de los sucios negocios y asesinatos que llegaban a cometer. Sobre todo desde que comenzaron una guerra con el Cartel de Medellín, a cargo de Pablo Escobar.
Aunque en un principio ambos cárteles eran aliados, los problemas comenzaron al negarle su ayuda a Pablo Escobar para financiar la guerra que había comenzado contra el Gobierno de Colombia. Y la guerra se recrudeció cuando no quisieron entregar a Escobar a uno de sus hombres, que se había acostado con la mujer de un miembro del clan rival. Y este enfrentamiento llegó a su cumbre en 1988 cuando un coche bomba estalló en el edificio donde vivía Pablo Escobar.
Pero esos niveles de violencia no eran lo habitual en el cartel de Cali -a diferencia de lo que ocurría con el de Medellin, donde Escobar hizo del terror su arma favorita-.
En el clan de los Rodríguez Orejuela lo habitual era optar por la corrupción, el soborno y por infiltrarse en los distintos niveles de poder, más limpio y menos escandaloso.
Y como en toda buena historia de capos y mafiosos, fue uno de los suyos en 1995 quien delató a los Rodríguez Orejuela. Miguel Rodríguez, fue delatado por uno de los jefes de seguridad del cartel de Cali, Jorge Salcedo El Sapo. Y cuando lo tenían acorralado, en un giro de lo más cinematográfico, le delató la luz de una vela que cada día le encendía a la Virgen del Carmen, y fue la clave para encontrar el lugar donde se encontraba. A su hermano le atraparon meses antes encerrado tras un falso fondo de un armario en un lujoso apartamento de Cali sin oponer resistencia.
Pero su sentencia definitiva no llegó hasta 2004, cuando los trasladaron extraditados a EEUU, donde cambiaron su pena de cadena perpetua por 30 años de cárcel y 2.100 millones de dólares.
Hoy, con 82 y 78 años, continúan en prisión donde según publica la revista colombiana Semana se han contagiado de coronavirus y han pedido volver a Colombia a pasar los últimos días de su vida, aunque les restan aún 13 años de condena. Gilberto ha sufrido cáncer y problemas de corazón, MIguel, en una cárcel de Pensilvania, y su hermano, en Carolina del Norte. Un final poco feliz para una vida de lujo, corrupción y glamour, que oculta la historia real tras el Cartel de los Sapos.