Grupos de adolescentes que cantan y coreografían con exactitud milimétrica canciones coreanas en pleno parque del Retiro, una serie coreana que llega a los 1.600 millones de horas visualizadas en todo el mundo, una película que hace historia al alzarse con el Oscar a Mejor película y la fiebre de los cómics coreanos, también conocidos como webtoons. La ola coreana es un hecho y lleva más de 20 años recopilando talento que se exporta y triunfa en el exterior. Pero, ¿cómo un país a más de 10.000 kilómetros con una cultura completamente diferente a la nuestra ha logrado una presencia tan relevante en España? Lleva años gestándose y así es como lo han logrado.
Este fenómeno es conocido como 'hallyu' -un término que idearon periodistas de China en 1999 y que se traduce literalmente como 'ola coreana'- y supone una importante fuente de ingresos para el país. "Hallyu se ha convertido en un fenómeno que mueve masas", cuenta Mar Chamorro, responsable de comunicación del Centro Cultural Coreano. Es ella la que nos da algunas cifras impresionantes. En 2020 las exportaciones de bienes culturales coreanos al mundo alcanzaron los 108.000 millones de dólares. Desde 2016 y 2017, la exportación de contenidos audiovisuales coreanos ha aumentado un 15,9%. Y es 17 veces mayor que el resto de la industria de su país, lo que ha provocado mayor inversión en este sector para producir contenidos de mayor calidad.
Lo coreano interesa y, aunque en España se pueda percibir como la última tendencia, junto a las series turcas o el resurgir de las producciones colombianas, la realidad es otra bien diferente. Su enorme éxito ha sido cocinado a fuego lento desde finales de los años 90 y principios de los 2000. Sus vecinos asiáticos conocen muy bien la ‘hallyu’, ya que China y Japón fueron los primeros en disfrutar de sus creaciones. Poco después se unió Latinoamérica, donde los K-Dramas fueron una auténtica revolución cuando ni siquiera se emitían en televisión -los fans accedían a ellas de manera ilegal-. Dos décadas después, lo que antes era una cinematografía de nicho se ha convertido en un fenómeno de masas. El enorme éxito de El juego del calamar hace que la fiebre coreana vuelva a subir. Lo hace con otro tipo de historias y producciones y no hay duda de que ha venido para quedarse.
El milagro del río Han
Para saber por qué las películas y series coreanas gozan de tanto reconocimiento hoy en día, hay que repasar brevemente la historia de Corea del Sur y el llamado ‘Milagro del río Han’. Después de la guerra, que duró de 1950 a 1953 y dividió el territorio en Corea del Norte y Corea del Sur, el país estaba sumido en la pobreza. “Era uno de los países más pobres del planeta y, a partir de los años 60, Corea del Sur impulsó su crecimiento basado en las exportaciones”, explica Mar Chamorro.
Invirtió en industrias químicas y pesadas y se centró en empujar los sectores que podían fortalecer su economía. En ese contexto, se celebraron los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988 y en 1996 se unió a la OCDE a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico. De repente, las piezas se unieron para que Corea viviera un crecimiento asombroso en un periodo muy breve. Eso es lo que se conoce como el ‘Milagro del río Han’. Una vez que habían conseguido superar sus dificultades económicas y que las consecuencias del conflicto habían quedado atrás, el país estaba listo para seguir avanzando. En 1993 se estrenó Jurassic Park que, sin saberlo, iba a comenzar la ola coreana.
El fenómeno ‘Jurassic Park’: por qué el gobierno quiso impulsar la industria cinematográfica
"La fecha exacta del nacimiento de la hallyu es a partir de 1993, cuando se estrena en Corea Jurassic Park.La película en aquella época fue una revolución en el país. Vieron que había ganado muchísimo dinero dentro del país y que suponía, prácticamente, 15 veces los beneficios obtenidos por industrias como Hyundai", cuenta Sonia Dueñas, fundadora de la Asociación de Difusión de Estudios y Cultura Coreana en España (ADECCE) e investigadora sobre el cine coreano. El gobierno, dentro de su plan para crecer como potencia económica, se dio cuenta de que el cine podía dar mucho dinero y “siguió una política de apoyo a la industria cinematográfica y audiovisual, potenciando el sector, pero dándole independencia, es decir, sin llegar a intervenir", añade Mar Chamorro. .
El Gobierno se involucró muchísimo a través de ayudas y estamos hablando de ayudas en todas las fases de creación de un producto cultural, con lo cual eso ayudó muchísimo a que a que estas industrias pudieran arrancar de la manera en la que lo hicieron”, señala la investigadora especializada en cine coreano Sonia Dueñas
Dentro de la estrategia del gobierno de Corea del Sur hay medidas de todo tipo. Para empezar, hay una cuota de pantalla que estipula que cada una de las salas de cine del país debe mostrar películas nacionales durante 73 días al año. Al mismo tiempo, el número de pantallas disponibles para películas importadas es limitado. Y hay una ley del fomento del cine que lleva a cabo el Korean Film Council (KOFIC) y el Fondo de Desarrollo Cinematográfico, mientras la televisión se rige por un fondo específico. .
La Academia Coreana de Artes Cinematográficas, institución pública, tiene un papel fundamental, ya que es la que ha visto nacer a sus grandes directores, aquellos que han ayudado a exportar la cultura de Corea del Sur.
Los 6 directores de la generación 386
Park Chan Wook, Hong Sang-Soo, Bong Joon-ho, Kim Ki-duk, Lee Chang-dong y Im Sang-soo. Estos son los 6 directores que lo cambiaron todo, la mayoría formados en la Academia Coreana de Artes Cinematográficas (KAFA). Además de su buena reputación y éxito internacional, todos ellos tienen en común varios aspectos. En primer lugar, que pertenecen a la generación 386.
El 386 es una combinación de tres datos que tienen en común: “Es una generación que debutó en el cine cuando tenía 30 años, que fueron a la universidad en los años 80 y que nacieron en los años 60. Por eso se les llama la generación 386. Han vivido dictaduras militares, con una férrea censura, y, de repente, en los 90 ven la posibilidad de dar rienda suelta a todo lo que han aprendido en la universidad”, apunta la investigadora Sonia Dueñas.
Además del cine coreano, bebieron del cine de Estados Unidos y, cada uno dentro de su campo -cine independiente o dentro del 'blockbuster'-, son referentes para generaciones posteriores. No solo comparten rasgos sociales, sus películas también tienen elementos similares. Alejandro G. Calvo, ‘publisher’ y crítico de SensaCine, explica que hay dos nombres clave para comprender por qué el cine coreano ha tenido tanto impacto internacional. Señala a Kim Ki-duk y Park Chan-Wook como los pioneros.
Son los que empiezan haciendo mucho ruido y, además, se distribuyen en Occidente -lo cual es raro, no solo ganan en festivales- porque su cine tiene elementos de terror, acción brutal, comedia extraña... La mayor característica de este cine es su capacidad bestial para aglutinar géneros, incluso dentro de la misma secuencia”, explica el crítico y director de SensaCine Alejandro G. Calvo
Prueba de ello es el cine de Kim-ki Duk, uno de los primeros en triunfar fuera de las fronteras de su país natal. “Tuvo mucho éxito en una época en la que el cine de autor funcionaba en los cines, que eso ya no pasa. Ganó mucho renombre mezclando un tempo reposado con mucha violencia, son películas muy viscerales, y a veces no sabes si reír de lo bestia que es todo. Generan esa risa incómoda, tanto Kim-ki Duk como Park Chan-Wook”, continúa G. Calvo. Tras los dos pioneros, llega Bong Joon-ho, experto en mezclar géneros. “En su película The Host hay una secuencia donde la familia está llorando después de que el monstruo se haya comido a la niña. Es una escena con la que te ríes mucho, pero lo que te estás contando es horrible. En eso son los mejores”, concluye.
Los seis cineastas de la generación 386 también comparten una herencia clara del cine americano. “Les gusta el thriller, el cine de acción, les gusta Tarantino, les gusta manejar el humor con violencia excesiva”, señala el crítico. Aunque Kim-ki Duk y Park Chan-Wook fueron los primeros en tener reputación en el extranjero y Bong Joon-ho es uno de los más populares tras hacerse con el Oscar por Parásitos, la filmografía de cualquiera de los seis nombres citados es una muestra del talento original y único de los coreanos.
El revuelo televisivo internacional
Sorprendentemente, y aunque pocos de sus fans lo saben, si El juego del calamar ha batido récords en todo el mundo ha sido gracias a las amas de casa coreanas de los años 90. Porque fueron ellas, con su fidelidad noche tras noche, las que convirtieron a las series coreanas en un éxito en su país. Esto motivó al gobierno a apoyar la industria televisiva.
Luego los contenidos fueron evolucionando y llegaron las series de thriller, acción y espionaje hasta que IRIS dio el pelotazo en 2009. Esta serie dramática, que tiene el récord del drama coreano más caro jamás producido y puedes ver en Netflix, cuenta la historia de dos miembros de una agencia secreta de operaciones que se ven envueltos en una conspiración internacional. IRIS abrió las puertas para la avalancha de series del país.
Este éxito animó a la producción con la vista puesta en un público más global, según explica a SensaCine Lorenzo Mejino, periodista y escritor del libro La Vuelta al Mundo en 80 series: "Seguían haciendo dramas locales, pero empezaron a arriesgar con historias más internacionales de espionaje, probando muchos lugares y empezaron a expandir fronteras porque las vendieron a Japón, a China... Para el mercado internacional, que en un principio ni se lo esperaban, eran muy asequibles", cuenta Mejino.
Las voluntarias latinas que subtitulaban los culebrones piratas
Tras arrasar en Asia, los dramas coreanos fueron un bombazo en Latinoamérica, donde sucedió un curioso fenómeno. Allí, ninguna cadena se había hecho con los derechos de los K-Dramas, o culebrones coreanos que fascinaban al público latino, así que las fans tenían que hacerse con estas series de manera ilegal. "Todas las series coreanas eran piratas. Era un fenómeno subterráneo. Había un grupo de voluntarias que subtitulaban todas las series al español y esto mantuvo una comunidad muy viva. A [los estudios coreanos] les iba bien porque no pensaban venderlo, pero ahora que ver que es una pérdida de negocio ya se están poniendo más duros", señala Mejino.
Ahora estamos ante una nueva oleada a la que se ha sumado España. Se han quedado atrás los K-Dramas en favor de producciones de otros géneros de gran presupuesto. "Ya no es solamente el drama o la comedia romántica, ahora se está potenciando mucho el thriller o las series de terror", señala Sonia Dueñas, "Hay un cambio muy evidente. Obviamente estamos en una nueva etapa en Corea del Sur".
La irrupción de Netflix en los bombazos coreanos
Netflix ha tenido mucho que ver en su impulso más reciente. Desde que la plataforma de ‘streaming’ se dio cuenta de que las series coreanas eran un filón, ha apostado a tope por ellas. La necesidad que había en Latinoamérica de acceder a series coreanas de manera legal y la cálida respuesta que han recibido ha llevado a la compañía a invertir en ellas. El juego del calamar, Rumbo al infierno, My name, Mar de la tranquilidad, Tribunal de menores, Reflection of You o Estamos muertos son algunas de las que han llegado a Netflix entre el último cuatrimestre del 2021 y principios de 2022.
Netflix son los mejores haciendo series coreanas, incluso mejor que las cadenas generalistas, porque las condensan en 8 o 10 capítulos de menor duración. El estándar en Corea son 16 episodios de 70 minutos cada uno que emiten dos veces a la semana. Netflix ha roto esto y a los creadores les ha venido muy bien al ganar en ritmo. Lo importante era romper el hielo porque la calidad estaba ahí”, analiza el especialista en series internacionales Lorenzo Mejino
"Yo creo que van a acabar dominando el mundo aliándose con las nuevas generaciones, que son mucho más abiertas. Si captas a los más jóvenes, cuando crecen cada vez va a haber más gente que consuma tus productos. Solo hay que ver el K-pop, que funciona muy bien a pesar de tener las letras en coreano", analiza Sonia Dueñas. Porque la ola coreana no solo se produce en el cine y las series, la música es la punta de lanza para llegar a personas de todo el mundo que, de repente, se sienten atraídas por una cultura aparentemente lejana.
Actualmente hay 33 centros culturales coreanos en 28 países del mundo. El que hay en Madrid organiza desde hace 14 años el Festival de Cine Coreano de España, también exposiciones de pintura tradicional coreana, torneos de Esports, eventos dedicados a la música clásica, exposiciones de moda… La ‘hallyu’ es transversal. Ha invadido todos los sectores y, lejos de apagarse, en los próximos años va a ir a más. ¡Bienvenida Miss Corea!
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