La película está llena de una serie de anacronismos absurdos, como Hansel convertido en diabético por culpa de las “chuches” (literalmente, es la traducción por la que han optado) que le obligó a comer la bruja de pequeño. Pero eso no es todo, tiene una especie de reloj de pulsera o alarma que le avisa cuando tiene que tomar su medicina, ya que si se retrasa se desploma de forma inmediata, por eso saca una jeringuilla metálica y se inyecta él mismo un líquido milagroso que le devuelve la energía de forma instantánea.
A pesar de estar ambientado en la edad media europea, podemos ver como las botellas de leche son de vidrio y se decoran con dibujos de pergaminos de los niños desaparecidos. Los hermanos deben ser muy hábiles con las manualidades ya que disponen de varias armas inverosímiles, realmente sorprendentes, la más curiosa es una especie de pinzas eléctricas que pueden usar para inmovilizar a sus víctimas o como desfibrilador si la situación así lo requiere. Sorprendente la metralleta y la cantidad de balas que preparan para la batalla final, ¿de dónde las habrán sacado?, por no hablar de la sofisticada ballesta automática de Gretel. Patético cuando Ben aparece en la taberna con un álbum de recortes de prensa con las hazañas de los hermanos para que le firmen un autógrafo, el aspecto retro futurista y punk de las brujas tampoco tiene precio. Me ha parecido un detalle gracioso que el tierno y feo troll que ayuda a Gretel se llame Edward, como el vampiro de Crepúsculo.