Un escritor norteamericano algo bohemio (Owen Wilson) llega con su prometida Inez (Rachel McAdams) y los padres de ésta a París. Mientras vaga por las calles soñando con los felices años 20, cae bajo una especie de hechizo que hace que, a medianoche, en algún lugar del barrio Latino, se vea transportado a otro universo donde va a conocer a personajes que jamás imaginaría iba a conocer...
Una carta de amor al pasado, al presente y al futuro, desde el inicio con ese plano imitando a la serie de 'Nenúfares' de Monet ya suscita belleza, sutileza, riqueza de detalles. El ser humano diseccionado en pantalla, lleno de remordimientos, indecisiones, miedos, rabia, malicia... pero incapaz de dejarlo todo porque lo que lo rodea es más bonito que todo lo malo existente.
Woody Allen coge a Owen Wilson y lo transforma en él, lo transforma en ese Woody Allen joven, entusiasmado pero con pudor, ambicioso pero con miedo; está escribiendo sobre una tienda de nostalgia, y eso es esta obra, una preciosa disertación de lo que la nostalgia es.
"Siempre sueña con vivir en la París de los años 20", a lo que el odioso amigo de su prometida contesta sarcásticamente; "Ah sí, cuando no había tele, bombas ni terroristas".
Y acto seguido se introduce a un celestial mundo, clásico y bello, donde conoce a sus ídolos, y anda que no es como mínimo interesante ver a los grandes clásicos escritores americanos en una misma sala con Owen Wilson aconsejandole y dejando unas preciosas citas acerca de lo que realmente es ser un escritor, o ver a Picasso o Dalí hablando con Owen Wilson sobre sus problemas amorosos. Realmente mágico.
Otra de las cosas que a Allen le encanta dejar por los suelos es esa nueva burguesía, ligada a lo intelectual y artístico, pero rebosante de pedantería.
"Ser profundo y parecer profundo. Quien se sabe profundo se esfuerza por ser claro; quien desea parecer profundo a la gran masa, se esfuerza por ser oscuro. Pues la gran masa considera profundo todo aquello cuyo fondo no puede ver". Nietzsche en 'La Gaya Ciencia'.
Allen pues nos trae a una prometida que no respeta a nuestro protagonista, que no le escucha y que lo ridiculiza con un cierto aire de superioridad. Por otro lado está el personaje pedante e insoportable, quien marca la contraposición con lo que realmente es una figura clásica intelectual, sensible y lleno de ingenio, y sobre todo capaz de asumir sus errores, algo que la nueva élite no puede.
Si los autores vieran quién está explicando sus cuadros y qué está diciendo de ellos estallarían en cólera.
Una declaración de respeto y amor a París, sencilla pero llena de nostalgia y cariño en cada plano y escena, trazados a la perfección donde ningún actor es incorrecto o sobra, y donde tiene el detalle de homenajear a las figuras clásicas que él tanto admira y que desfilando por la pantalla, van dejando atisbos de genialidad. París siendo poesía, desde los jardines de Monet hasta la fina lluvia que cubre las calles. Una película preciosa que disfrutas desde el primer plano hasta que se cierra el telón. Un guión humano, brillante, natural, sarcástico, inteligente... Woody Allen una vez más. Nada más que añadir.
Pd; la crítica siempre desvaloriza a Woody Allen y le pusieron la cruz hace décadas, no hagáis ni p*** caso, disfrutad de Allen.