Los temas y las historias universales tienen la virtud de reflejar la realidad de cada momento y de permitir hablar de los desde las perspectivas de cada época. Greta Gerwig consigue coger una historia que todos conocemos y ya hemos visto cientos de veces en pantalla, y darle la vuelta para traerla a nuestros días sin perder los valores que Mujercitas lleva en la tinta de su título. Así, Jo se convierte en ese icono feminista que se opone a las limitaciones que la época pone a todas las mujeres, buscando hacerse un hueco por sí misma en el mundo; pero, al madurar, acaba comprendiendo que la completa independencia también puede conllevar soledad (ese “but i´m so lonely” que nos rompió a todos) y que el amor no es una cuerda que nos ata al árbol de los costumbrismos y la conformidad, sino que es algo que todos llevamos dentro, aunque no podamos elegir hacia donde nos lleva.
Del mismo modo, las otras hermanas muestran otras facetas del amor que no tienen que subyugar a la mujer ni al hombre ni a la sociedad, así como un Lauri (con ese Chalamet atormentado que todos esperamos) afronta el rechazo desde el dolor y la comprensión.
Y esta relación entre Jo y Lauri uno de los aspectos que más separa a esta película de sus otras adaptaciones. Porque nos enseña que lo de Jo no es un rechazo ni lo de Amy un premio de consolación, sino que nos presenta dos almas unidas por un amor que va mas allá de lo romántico, una comprensión del otro que va más allá de los besos y el matrimonio, una amistad que consigue completar una vida sin la necesidad de las palabras “te quiero”.
El otro gran aspecto diferenciador es la propia concepción de la historia y su puesta en escena, abandonando la narración lineal de las anteriores adaptaciones y optando por este ritmo lleno de saltos temporales que remarca los paralelismos de la historia, desde esos todos fríos del futuro contra los fuegos cálidos de los hogares del pasado, a los montajes de una Jo ya crecida frente a los delicados movimientos de cámara en la casa Marge que convierte esas escenas familiares en coreografías dignas del mejor musical.
Con todo esto, recibimos una visión fresca y renovadora de una historia clásica, que nos enseña que la sociedad y sus valores pueden cambiar con el paso del tiempo, pero el hombre y su necesidad de amar y ser amado es algo que, por suerte, nunca nos abandonará.