Un César de carisma, pero contundencia leve.
Cuando una película viene firmada por los hermanos Coen ya no te conformas con un aprobado, más si es de humor y todavía tienes en memoria el placer desternillante de mirar fijamente a sus cabras y anteriores parientes similares; de ahí que se les juzgue con exigencia y no se les permita, esa productividad cómica media, que complace si se refiere a otros autores.
Quieren hacer gracia, y en ciertos momentos lo logra con gran eficacia, el plantel de actores apetece y enamora, acudes con predisposición de pasar un buen rato, deseas que te guste y colme tus anticipadas expectativas..., puede que excesiva demanda sea la vertida en una cinta, que se vendió espléndidamente y ha resultado ser de absorción corriente, meritoria según aislados partes.
No pretende ir a parte ninguna, únicamente jugar con la fanfarronería, locura y extravagancia de Hollywood, de ese clásico de antaño que se movía con su propio estilo; unas cuantas pinceladas de sinsentido doctrinal, bobería escénica, elegante extravagancia, diversión textual, desmadre en conjunto y una sensación sincera de bonanza querida, colorido agradecido, bienestar receptivo que por momentos satisface/por otros decae bastante.
Se entretiene mucho con el espectáculo/poco con el contenido, combina diversas historias entrecruzadas que flojean en cuanto entran en materia; únicamente busca exponer/nunca matizar ni ahondar en ellas, con lo que el espectador se queda con esa sonrisa benevolente de gusto por la etiqueta, pero desabrida sensación por la recolecta completa.
Años 50, los estudios de cine, el comunismo, el capitalismo y la guerra fría, leves apuntes religiosos y de historia más mucha ironía argumental, en pletóricas sentencias, que lanzan dardos envenenados, de sarcasmo cómico, para relatar los diversos relatos; homenaje a una época y modo de hacer por parte de malabares escritores que saben crear afición y devoción por su esperado trabajo pero...,
..., este ¡Ave César!, no se salva ni se hunde, permanece en ese estado catatónico de quien, en medio de una reunión curiosa y apetecible, oye bromas, escucha anécdotas, percibe el ambiente festivo, intenta participar de la marcha, unirse a su entusiasmo y diversión aunque debe admitir que, aún estando muy a gusto, cómoda y atenta, como que ¡no acaba de cogerle todo el gustillo al asunto!
Es obvio que la pareja de directores se lo han pasado en grande, igualmente los actores -George Clooney disfruta dentro del sarcasmo interpretativo-, que el elenco ofrece grata bienvenida, que es amable su invitación, complaciente su compañía, un frescor su andanza y entretenida su performance pero..., todo su encanto, simpatía, brisa y armonía no reducen la sensación de que ellos se lo pasan mejor haciéndola que tú viéndola, lo cual no parece del todo justo pues, quedas relegada a una presencia alegre discontinua.
“¡Ave César!, los que van a morir te saludan”... no seamos salvajes que se trata de coña cariñosa, personajes torpes, irritante gente, sátira ideológica y una combinación superflua de enredos que no cuajan pues están inconexos; intercaladas risas y mutismo para unos originales creadores, a los que se admira por su ofensiva laboral aunque, sólo haya sido discreta la jocosidad recibida.
“Unas historias empiezan, otras terminan...”, con un anecdótico y perspicaz interior que no halla el vínculo pleno; ¡otra vez será!
Querida aunque poco penetrante; refleja con chispa y agudeza, se olvida de la unión y su remate.
Lo mejor; el alumbrado de los actores participantes.
Lo peor; ninguna historia desemboca en nada.
Nota 6,3