El lenguaje: Pregunta y respuesta
por Israel ParedesLa llegada pertenece a ese tipo de películas que se mueven en el filo, que arriesgan en su ambición y en su planteamiento visual y discursivo, consiguiendo que lo segundo sea parte de lo primero; que evitan el consenso e imponen un posicionamiento a partir de su propuesta. Algo así convierte a la película de Denis Villeneuve en una de las películas más estimulantes del año y sitúan al cineasta canadiense como uno de los realizadores más relevantes de nuestro presente, situación que venía ya demostrando con sus anteriores películas.
A partir del relato de Ted Chiang, La llegada desarrolla una historia clásica de visita extraterrestre, pero lo hace desde un planteamiento en el que el elemento de ciencia ficción poco a poco va quedando desligado del género sin por ello dejar de serlo. Ya en el original literario, Chiang tomaba el arranque como excusa para, en primera persona, relatar en dos tiempos claramente definidos cómo la doctora Louise (Amy Adams) se enfrenta, por un lado, a la superación de un trauma personal, y, por otro lado, a la necesidad de encontrar una manera de comunicarse con los extraterrestres con el fin de saber cuáles son las verdaderas intenciones de su llegada. Louise, junto a Ian (Jeremy Renner), un matemático, buscará el comprender un lenguaje basado en unas imágenes circulares que rompen el sentido de lectura secuencial de los lenguajes terrestres y que crea un entendimiento del tiempo simultáneo; una ruptura, entonces, en la que nuestra concepción temporal, esto es, nuestra manera de percibir la realidad, queda suspendida. Chiang, que ya planteaba estas ideas, jugaba con el lenguaje literario para ir creando un relato en el que el lector lee un futuro que, en verdad, es pasado, con un presente que vehicula lo anterior para conseguir que el juego lingüístico pusiera en duda nuestra percepción de la realidad. Villeneuve, a la hora de trasladar a imágenes el relato, ha construido su película a través de una estructura que si bien puede parecer circular, dado que termina como comenzó, no lo es tanto, buscando el transmitir la mismas ideas que los extraterrestres, con ese lenguaje universal que puede ser entendido por cualquiera.
Villeneuve consigue en La llegada no alejarse de la naturaleza de producción de la película (no olvidar que, pese a todo, es una película de aliento comercial, algo que quizá incluso dote de mayor validez al riesgo asumido), integrando los diferentes discursos en una historia que parece no presentar demasiadas novedades con respecto al esquema de las películas de invasión extraterrestre. Y, sin embargo, a partir de ese modelo, logra introducir desde un interior las variaciones necesarias para que al final La llegada sea algo diferente. Sus primeras y últimas imágenes, muestran una planificación y un montaje que, al ritmo de “On the Nature of Daylight”, de Max Ritcher, compositor que junto a Jóhann Jóhannsson, autor de la banda sonora y colaborador en el cine de Villeneuve, creando una de las parejas en este sentido más interesantes del momento, son dos de los más destacados compositores neo-clásicos, cuya música, en gran medida, marca el tono no solo de esas imágenes, también en gran medida de la película. Un tono melancólico que representa el sentimiento de Louise por una pérdida que, después sabremos, no ha sucedido todavía. Su superación, o anticipación, de un trauma personal se relaciona finalmente con un contexto más general en el que Louise se convierte en pieza fundamental en el discurso abiertamente pacifista y humanista de La llegada, aunque para poder hablar de ello convenientemente sería necesario revelar demasiado sobre la trama de la película. No obstante, es pertinente señalar que la película se asienta casi exclusivamente en el punto de vista de Louise, obligando al espectador a seguir su proceso de descubrimiento dentro de la ficción: ya en las primeras imágenes se muestran de manera sutil algunos detalles que quizá puedan pasar inadvertidos pero que, al final, cobran relevancia. Porque, en verdad, no hay final sorpresa, todo estaba ahí.
En La llegada, Villeneuve lleva a cabo un trabajo sobre la imagen y el tiempo, sobre la comunicación, y, sobre todo, alrededor del lenguaje. El cineasta entiende que el lenguaje es tanto la pregunta como la respuesta para un entendimiento, tanto personal como universal; la salida, también la llegada, para romper nuestra concepción de la realidad. Y es ahí donde reside la importancia de la película, en su capacidad para hacernos pensar y reconsiderar nuestra manera de percibir y narrar lo real. Villeneuve entiende que en un mundo como el actual, cambiante e inestable, se impone la necesidad de reconsiderar nuestra percepción y mirada a la realidad y, por tanto, nuestra presencia en ella. Y lo ha hecho, como decíamos, con una película enmarcada en la ciencia ficción y que, a su vez, acaba siendo algo diferente. Una obra tan compleja como sencilla, asentada en ocasiones en los detalles, en las emociones y en lo sensorial. Al final, vemos que Villeneuve nos ha conducido claramente hacia el lugar que él quería, con un cierto toque manipulador que hace evidente, sin embargo, en todo momento. Una elección muy discutible.
Pero cuestionar La llegada, a su vez, es cuestionar todo aquello que plantea en su relato y en sus imágenes y es precisamente, creemos, uno de los fines últimos de Villeneuve.
Lo mejor: Que estamos ante una película que habla de nuestro presente sin hacerlo de manera evidente, que plantea más preguntas que respuestas. El trabajo de Villeneuve en la puesta en escena y la interpretación de Amy Adams.
Lo peor: Que sus costuras son tan conscientemente evidentes…