“Lion” es un brillante y conmovedor melodrama basado en hechos reales, dirigido por Garth Davis y protagonizado por Dev Patel. Basada en la novela “Lion: A Long Way Home” (2013) de Larry Buttrose. El pequeño Saroo (Sunny Pawar), de cinco años, pasa la mayor parte del día con su hermano mayor Guddu consiguiendo dinero extra, en acciones que chocan con la legalidad, para colaborar con su madre, y cuidar de su hermana pequeña Shekila. Un día, en una expedición nocturna en ferrocarril a otra ciudad, Saroo acompaña a su hermano, a pesar de las reticencias y protestas iniciales de éste. El pequeño está tan cansado que se duerme en un banco de la estación, mientras Guddu se va a un negocio no especificado y le pide a su hermano no moverse de allí hasta su regreso. Cuando Saroo despierta está tan colérico y asustado, que busca a su hermano, entra en un tren vacío y se queda dormido de nuevo, al día siguiente despierta en un vehículo fuera de servicio que se detiene en Calcuta, a miles de kilómetros, lejos de su casa y familia. Saroo aprende a vivir solo en una ciudad que habla bengalí y no entiende el hindi, tras una serie de peripecias entra en un orfanato más parecido a una cárcel, y será aquí, donde la buena fortuna entra en su vida a través de la adopción de una pareja australiana, Sue Brierley (Nicole Kidman) y John Brierley (David Wenham).
La segunda hora del film, nos traslada veinticinco años después, un adulto Saroo (Dev Patel) en Australia, con sus estudios recién terminados en una Escuela de Administración Hotelera, parece llevar una vida idílica en una casa junto al mar, visitando ocasionalmente a sus padres, preocupado de su hermano adoptado Mantosh (Divin Ladwa) y con una relación estable al lado de su novia Lucy (Rooney Mara). Sin embargo, cuando descubre las posibilidades de Google Earth, la obsesión por encontrar a su madre biológica y hermanos se apodera de su vida, y decide buscarlos contando tan sólo con sus recuerdos y una determinación inquebrantable. La acción se desarrolla entre la India y Australia, atraviesa los continentes, y nos permite conocer las diferentes formas de vida que hay en cada uno de ellos. Después de la aridez y el tumulto de la India pasamos a los paisajes abiertos de Australia dominados por grandes extensiones de agua. Todo es tan diferente como el televisor y el frigorífico del nuevo hogar de Saroo. El guión de Lukes Davies proporciona una fabulosa conexión con la comida para que Saroo la asocie a sus recuerdos de infancia y orígenes. De pequeño en la India comía con los dedos, y parte de su férrea preparación formativa en Calcuta para su salida al extranjero implicaba aprender maneras en la mesa, tanto de comportamiento como de aprendizaje para el buen uso de los cubiertos.
Sin embargo, en la Universidad de Melbourne donde estudia tiene algunos compañeros indios, dónde en una ocasión le invitan a comer. Curiosamente, ahora con sus nuevos amigos indios, una vez más es inducido a comer con los dedos. Asimismo, en una incursión a la cocina ve unos dulces indios colorados y brillantes, que activarán su memoria como un resorte con recuerdos del pasado, con imágenes de aquel exquisito y deseado manjar de niñez en compañía de su hermano. Garth Davis y su responsable de fotografía Greig Fraser, nos deleitan con amplios y hermosos paisajes, presentados a través de largas tomas aéreas panorámicas, sobre todo, de las impresionantes llanuras secas de la India Central. El director encuentra una fantástica solución usando el ojo del mundo que todo lo ve, de la herramienta Google Earth, como inspiración para el encuadre de Greig Fraser. De ahí vemos como las grúas y cámaras vienen a imitar la experiencia de desplazarse por Google Earth con lo que visualmente resulta bastante sorprendente. La nominación al Oscar a la Mejor fotografía está más que justificada.
Las actuaciones son impecables, Dev Patel logra de forma brillante y convincente transmitir con una gran sensibilidad y delicadeza, esa sensación de frustración, confusión, y dolorosa pérdida de alguien separado de su familia sin previo aviso, además, realiza una interpretación tan magnífica y emotiva que consigue introducirnos con suma facilidad en el interior de su personaje, y hacernos sentir en primera persona la angustia asfixiante y el profundo sufrimiento de Saroo por buscar y encontrar sus verdaderos orígenes e identidad. Mientras que Nicole Kidman sorprende como Sue Bierley, la madre adoptiva de Saroo, con este papel podríamos estar ante un verdadero rejuvenecimiento profesional de la actriz, con el retrato de un personaje perfectamente matizado, de una madre cariñosa y comprensiva. La presencia natural y la extraordinaria interpretación de Sunny Pawar como el pequeño Saroo en la primera parte, es verdaderamente adorable y cautivadora, transmite una maravillosa y silenciosa mirada mientras descubre y aprende todo, y, lo más importante, consigue emocionarnos profundamente en esta increíble historia. Y para finalizar Rooney Mara, con una modesta y casi desapercibida participación como Lucy, la novia de Saroo.
En definitiva, un film brillante y conmovedor que plantea diferentes cuestiones de peso a lo largo de todo el metraje: como la pobreza, la adopción, la explotación y la más poderosa, la identidad. Posee un toque edulcorado para suavizar el duro trasfondo del tema, tratada con mucha delicadeza y tacto. La película que va mucho más allá del “basada en hechos reales”convirtiéndose casi en un docudrama que nos acerca a la terrible realidad de la infancia en muchos países en los que, como es el caso de la India, la pobreza resulta insalvable cuando la desgracia llama a la puerta. Los 80.000 niños que, (según nos informa la cinta en sus créditos finales) desaparecen en ese país cada año, son un bofeton en toda regla a una sociedad en la que las castas controlan la vida y la muerte. Inevitablemente, te dejará la sensación de haber visto algo conmovedor y hermoso, que te llegará a lo más hondo de tu corazón.
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