No es “Unfriended” distorsionado, es un drama virtual sagaz y ciertamente resonante.
A estas alturas, “Black Mirror,” “Mr. Robot,” “Westworld,” “Philip K. Dick's Electric Dreams” o “Rick and Morty” nos han dejado bien claro que la imparable tecnología no es solo naturalmente el siguiente paso para la evolución humana, sino también el siguiente para caer en la automática aniquilación. Por esto, no todos los seres humanos encuentran en los impresionantes avances tecnológicos la puerta a una nueva dimensión. En esta ruleta cibernética, un unísono clic equivale a la vida misma.
Mientras el formato televisivo se han encargado de desglosar la toxicidad y el inminente peligro que significa mezclar artificialidad y humanidad, el cine, con un rango más medido de tiempo y un libro reglamentario al que ceñirse, ha preferido sumergirse ya sea en el espectáculo cinemático que abarca desde el tono más ligero (“Tron” de Joseph Kosinski o “Ghost in the Shell” de Rupert Sanders) hasta al más implacable (“Unfriended: Dark Web” de Stephen Susco o “Upgrade” Leigh Whannell) o en el análisis filosófico y social más formal y esotérico (“The Social Network” de David Fincher, “2001: A Space Odyssey” de Stanley Kubrick, “The Matrix” de Lilly Wachowski y Lana Wachowski, “Ex Machina” de Alex Garland e incluso “Black Panther” de Ryan Coogler).
“Searching,” atrapada en la línea divisora, es un thriller movedizo que hila su misterio a través de las interfaces de dispositivos tecnológicos de uso diario, al estilo de la violenta y torpemente entretenida “Unfriended” de Blumhouse Productions. Afortunadamente, lo que distancia a la producción de Sony Pictures/Screen Gems del fatuo pasatiempo matutino y la posiciona vacilante entre una y otra categoría es el tridimensional tratamiento con el que el filme construye un trepidante drama familiar empacado como cinta de suspenso de mecanismos contemporáneos. Reservando un twist actualmente pertinente y apremiante para quien sea que asista a las salas, este filme de misterio ciber-investigativo es, además del medio perfecto para entregar una gran actuación por parte del actor principal, un introspectivo, alargado y efectivo análisis familiar que deleitara a los nuevos adeptos de este género naciente.
Ganándose el Audience Award y el Alfred P. Sloan Feature Film Prize por su debut direccional en la edición numero treinta y cuatro del Sundance Film Festival, Aneesh Chaganty irrumpe en la escena del buen thriller con una destreza envidiable que balancea el visceral manejo de la intriga con una escritura dramática que, aunque sencilla y escabrosa, compone un relato que resuena de acuerdo a sus propósitos. Como director, Chaganty, reconoce bien el tipo de historia que desea contar, por esto, se las ingenia para mantener al espectador atento con un estilo moderno y ciertamente descomplicado que nunca encuentra en el exceso las respuestas que necesita. Asociado con Sev Ohanian en el área de la escritura, estos dos relativamente noveles guionistas ponen a prueba sus más inventivas cualidades para ensamblar un whodunit/whydunnit tecnológico que, aunque a medio camino padece una crisis de credibilidad, electrifica y espabila al más distraído.
Además, existe una carga cómica magistralmente distribuida durante el desarrollo de los dos primeros actos, inyectándole al relato una vibra de frescura y jocosidad que nunca colisiona con la creciente tensión que los eventos transmiten a la audiencia.
Estudiado con leve profundidad por algunos otros, el filme representa la vida adolescente con palpable veracidad, desligándose de problemáticas relacionadas con acoso escolar o suicidio para adentrarse de lleno en la introspección por medio de personajes juveniles que interpretan a los mismos estereotipos con una realidad identificable, estos adolescente pertenecen totalmente a nuestro mundo, lo que ayuda considerablemente en la credibilidad que la película intenta cosechar.
El guion es el agente que mejor funciona para el filme gracias al humano y tridimensional drama que plantea desde el inicio, jamás desbalanceándose hacia el melodrama, siempre complejizando la relación entre los personajes. No pierdas tiempo esperando la más boyante revelación de los más oscuros secretos juveniles, tampoco secuencias cibernéticas maquilladas con violencia explícita, hay más buen drama que suspense en esta historia sobre la fracturada relación entre un padre y su hija, la vida entre espejos que se ha gestado desde un doloroso evento del pasado.
Que un solo actor mantenga en pie un filme entero, dice mucho, en realidad, lo dice todo. John Cho, Sulu de la nueva generación de “Star Trek,” es un intérprete de espectaculares alcances, prueba de esto es su más reciente pelicula. Las “cámaras” no están frente a él todo el tiempo, aun así, el actor entrega una actuación vivida, rica en matices, intercambiable en sus propósitos. El actor coreano-estadounidense luce, y actúa, como un padre moderno completamente creíble y sincero, nunca resbalando en la exagerada comicidad ni tampoco abusando de sentimentalismos después del fascinante y melancólico montaje de apertura. Su entregada actuación robustece ciertamente la propuesta, consiguiendo que su búsqueda, instintivamente, sea la nuestra.
Debra Messing, del mismo modo, ejecuta una comprometida actuación tanto como detective policial como madre soltera. El personaje de la ganadora de un premio Emmy presenta un agudo pliegue y un desafío extra que la empuja a mantener las aguas tranquilas, por lo menos, hasta que el no tan impactante twist hace su entrada. Su detective Rosemary Vick provoca reminiscencias a la brutal Kim Dickens de la oda al matrimonio de David Fincher, en gran parte por su firme carácter y fino parecido físico.
Profusamente producida, es difícil calcular que tan gruesos fueron los costos de producción, aun contando con tres compañías no del todo desconocidas a nivel internacional. Grosso modo y en base a especulaciones, quizá sea un poco mayor al millón de dólares que costo “Unfriended,” su referencia más cercana. Por tal motivo, Sony no lo pensó dos veces cuando compró, por cinco millones de dólares, sus derechos de distribución global en Sundance a principios del año; dinero que, gracias al género, la apariencia y las destellantes criticas emergiendo de los festivales, cómodamente será recuperado en la primera semana de estreno.
A diferencia de lo que muchos consideran, la cinematografía en este género de mosaicos cuadriculados y páginas web no está ausente. Juan Sebastian Baron, el cinematógrafo, mantiene una apariencia inteligible, deliberadamente descuidada y perfectamente concordante— en la mayoría —con la laptop de una adolescente. Es digna de destacar la nueva categoría cinematográfica que nace a raíz del tipo de propuesta, la de fotografía virtual, la cual corre a cargo de Will Merrick y Nicholas D. Johnson.
Fundamental es un sólido y efectivo trabajo de edición para esta rama del found-footage, por ello, los mismos directores de fotografía virtual ejercen de editores armando una hora y cuarenta y dos minutos de clicks, ventanas emergentes, chats, videollamadas y llamadas de audio por Facetime atrapantes debido a el fluido e intrigante desarrollo que la narración intenta no descuidar. El soundtrack de Torin Borrowdale fusiona de manera cohesiva las siniestras melodías de investigación con sintéticos pero emocionantes sonidos de artificialidad, honrando su naturaleza de virtualidad sin miedo alguno.
“Searching” de Aneesh Chaganty no es tan salvajemente imprevisible u original como muchos aseguran, es un adecuado drama con pinceladas de suspense con suficientes fortalezas para convertirse en una experiencia disfrutable e incluso requerida para padres e hijos, para espectadores comprometidos a escudriñar bajo su pinta de thriller virtual de investigación. Con una actuación formidable de John Cho, un guion emocional y estratégicamente dirigido, una dirección lo suficientemente equilibrada entre lo mainstream y lo indie y un soundtrack favorable, este drama familiar con setting innegablemente actual cierra sesión con su audiencia mucho antes de lo debido.