Película usa del 2022, de una duración de 130 minutos, con una valoración de 6/10, bajo dirección y guión de Jordan Peele, con un presupuesto de 68 millones.
El cine de terror y de género en general han tomado mucho auge en este último periodo. En la última década hemos presenciado la aparición de frescos autores con nuevas propuestas encuadradas en lo que podemos llamar Art House Horror, un terror estético, alejado de la tendencia más característica del cine de los ochenta, del gore, y el sadismo psíquico, planteando en cambio un terror “adulto”.
El neoyorquino Jordan Haworth Peele es uno de los nombres más destacados de este nuevo ciclo de directores, quien logró crear una fuerte expectativa comercial y creativa con esta creación contemporánea.
La Película de Peele, no es de terror en el fondo de ella, aunque lo pueda parer, pues gran parte del tiempo solo utiliza los códigos del género para hacer más denso el suspense. Tampoco es una crítica social o un argumento engañoso. En realidad, la tercera película del director es una aterradora visión de la codicia, el miedo y la percepción de lo extraordinario desde sus lugares más oscuros, temibles y angustiosos.
Una premisa semejante es complicada de hacerla funcionar, y su director se toma una considerable cantidad de tiempo en desarrollarla. Al principio avanza hacia la idea de mostrar la vida al borde de lo cotidiano. El sur de California con su aridez es una mirada a lo remoto, con sus montañas enormes y su cielo interminable. El director establece de inmediato que el misterio está a la distancia, en lo que se difumina en el horizonte y el paisaje engañosamente apacible. Pero más que eso, profundiza en la tensión de lo desconocido que está a simple vista. Por lo que para el Peele el guión, lo inquietante no está del todo escondido. O mejor dicho, está en la periferia, latente y amenazante en medio de la condición de lo desconocido.
La dirección de su terror apunta a la crítica social, a la visibilización de la comunidad negra, el racismo y el cuestionamiento de los estandartes de la cultura norteamericana. Con ello va un paso más allá y presenta una largometraje altamente
C por sus múltiples referencias a la historia del cine y la televisión, por su complejidad dramática imbricada con la comicidad y su ridiculización de la cultura pop, rayando el espectáculo esperpéntico del far west.
A parte de sus múltiples musas creativas, Peele está obsesionado en contar la historia de ‘los otros’, los desposeídos, los vulnerados, los fracasados. De cómo el consumo hace que explotemos la realidad de ‘los otros’ y cómo revolucionar la perspectiva de la narración cuando el enfoque deja de ser el conquistador y la mirada se posa en los ojos del conquistado. Es como un intento de vuelta de tuerca a la narrativa histórica al poder, y poner el ojo en el débil y no en el fuerte.
En su subtrama expone una sitcom de los 90 en la que un chimpancé prácticamente mata a todo el elenco, ingresa en el filme no solo para regalarnos algunas de las escenas más memorables y más propias del terror, sino para hacer referencia a la rabiosa maquinaria de la televisión y el amarillismo. Finalmente, en el centro de la propuesta de su director guionista, se asienta en el sensacionalismo de los medios de comunicación. Si bien la hermana de O.J. logra tomar una foto con una rudimentaria atracción de un parque de diversiones, llega tarde con la primicia en un mundo en el que todos quieren ser protagonistas y testigos.
El guion es una absoluta maravilla; ·El reparto está extraordinariamente acertado con: Steven Yeun, Daniel Kaluuya y Keke Palmer, pues convencen ante lo que pide la película; Técnicamente irreprochable ante los espacios abiertos que se enfoca en su puesta de escena y en el impecable diseño de sonido.
No obstante por desgracia, la película tiene un grave problema de ritmo y de tono en algunos tramos, con el caer en demasia en lo extravagante en su simbolismo. Como por su sobredosis de ideas que hace ser duspersa.Pero esa dispersión, que también afecta a la narrativa, encuentra brillantes resonancias cuando las imágenes nos dicen a dónde mirar. Es, quizás, en una mirada sostenida, que no sabremos si es de reconocimiento o de despedida, la de un niño y un chimpancé con el morro ensangrentado, donde reside la clave del filme: hay que aprender a mirar (y a filmar) a la altura de los ojos.