Hasta 2005, sólo tres directores se habían atrevido con el Hombre Murciélago en la gran pantalla, a efectos de imagen real: Leslie Martinson, Tim Burton y Joel Schumacher. La primera mantuvo la clave gamberra y de humor absurdo de la serie en que estaba basada, el segundo leyó los cómics por encima y construyó un Batman a medio camino entre lo absurdo que fue y lo oscuro que debería haber sido, y Schumacher hundió al pobre murciélago hasta los cimientos.
Parecía que el alter-ego de Bruce Wayne estaba perdido en el cine cuando, hace ya casi una década, Christopher Nolan decidió coger el testigo con la promesa de crear un Batman a la altura. Y lo consiguió, vaya si lo consiguió. Batman Begins es el pistoletazo de salida para una trilogía que puso patas arriba la concepción del cine de superhéroes tal y como lo era hasta la fecha, sentando las bases para otras producciones venideras, tanto en cine -The Amazing Spiderman- como en televisión -Arrow-. Nolan quiere hacernos ver, a través de Batman Begins -y sus dos secuelas-, que entiende al personaje, que Bruce Wayne y Batman tienen un pasado, un presente y un futuro muy poderosos y no tiene por qué limitarse a ser un tipo encapuchado que da caza a los villanos que se comen la pantalla -sin ánimo de ofender, Burton-. Optando por una Gotham más realista y dominada por la mafia, el director nos plantea un Batman mucho más humano, mucho más cercano, con una poderosa historia y grandes motivaciones, preocupaciones y sacrificios a sus espaldas, ayudado en todo momento por un reparto de lujo -a ver quién es el primero que me nombra una interpretación de Alfred Pennyworth que mejore la que aquí crea el gran Michael Caine, por ponerles un ejemplo-, una banda sonora impresionante -cortesía de Hans Zimmer que, si bien no es el tema clásico al que Burton y la serie animada nos acostumbraron, dota a la cinta, y a la trilogía, de personalidad propia dentro del universo de Gotham- y una trama argumental muy bien construida en base al espíritu y universo del murciélago y sus personajes; Nolan reconstruye de manera muy inteligente la historia y evolución de Bruce Wayne y su alter-ego en torno a la Liga de las Sombras y el enigmático Ras'al Ghul, y sin escatimar en toda clase de sutiles huevos de pascua que harán las delicias de cualquier seguidor de las viñetas que sepa captarlos -y si no saben de qué les hablo, vuelvan a ver la primera escena del Dr. Jonathan Crane, y díganme si ese hombre al que está condenando a ser interno en el asilo de Arkham no les suena de nada... Una pista: le llama Zsasz-, y que a quienes lo desconozcan no les pasará de lo anecdótico, ni falta que les hará, porque no deja de ser eso... Una anécdota, un huevo de pascua para hacer sonreír secretamente a quienes los capten. Es uno de los puntos fuertes de Batman Begins: es toda una proeza cinematográfica, tanto para los que conocen la leyenda del Caballero Oscuro de Gotham como para los que no.
El poderío del reparto se hace notar en pantalla: Michael Caine y Morgan Freeman, como Alfred Pennyworth y Lucius Fox respectivamente, hacen completamente suyos sus personajes. Cillian Murphy, una gran promesa y uno de los favoritos de Nolan en sus cintas, crea un Jonathan Crane siniestro, misterioso y muy creíble; es una pena que no cobre más protagonismo del que el otro gran villano de la película le permite, pero aún así sabe hacerse notar.
Pero, de todas formas, por muy grandes que sean las joyas de este reparto, me gustaría resaltar a Christian Bale en el papel de Bruce Wayne... Porque es la primera vez, en la historia del cine de Batman -hablando, insisto, en clave de imagen real-, que veo a un Bruce Wayne de verdad, auténtico, profundo, uno en cuya historia se ahonda, uno con el que empatizar, uno que se construye de verdad, uno con sus sólidos motivos para convertirse en Batman... Y no sólo eso, sino que consigue que el traje de Batman sea mucho más que un disfraz y cada uno de los elementos que lo forman tenga un sentido y una funcionalidad propios. Es un Batman increíblemente real y, desde luego, más maduro que nunca.
Batman Begins construye a Bruce Wayne y, por extensión de él, a Batman. Un Batman de verdad, en todo su espíritu y con todas sus posibilidades, sentando las bases no sólo para sus dos secuelas sino, como ya mencioné antes, para el futuro -desde entonces- del cine superheroico en una clave más oscura y realista de lo que nos tenían acostumbrados.
Y la última escena de su fantástico metraje de más de dos horas, presentándonos ese naipe y todo lo que él implica, no hace más que sentenciar lo mismo que toda la cinta en sí logra al terminarla y tragarse todos los créditos sólo por el placer de escuchar cada segundo de Hans Zimmer en ellos: hacernos desear mucho más.
Y la espera merecerá la pena.