(la reseña de la temporada 2, más abajo, sólo la pueden leer en al zona spoiler.
Temporada 1:
Luego de salir de prisión por una condena por robo y estafa, Shadow Moon (Ricky Whittle) es contratado por Mr. Wednesday (Ian McShane) como asistente para que lo acompañe en un viaje cuyos propósitos se irán revelando de a poco.
American Gods es una serie con dioses mayores y menores, antiguos y modernos, acá en la Tierra, en Estados Unidos, adaptación de la novela homónima de Neil Gaiman.
Su diseño visual es portentoso, sumamente imaginativo y potente. La estructura narrativa incluye cortometrajes insertados en el relato principal, a veces como prólogos, que sirven para presentar alguna deidad. La calidad de la imagen es superlativa , los diálogos son elocuentes y a veces sentenciosos. La música neojazzistica es por momentos demasiado intrusiva.
La historia es ambiciosa y va revelando sus cartas de a poco, creando el terreno para un clímax final que se queda un poco corto. Hay violencia, desnudos y sexo presentados con audacia y poesía.
Luego de un primer clímax parcial muy bueno, la serie pierde algo de aire y direccionalidad y se torna algo errática en pos de desarrollar algunos de su personajes principales. Como en todo fantasy, gana contundencia con la aparición de los villanos y en algunos de sus "cortos".
Todo el elenco está muy bien, pero las apariciones de Gillian Anderson son arrolladoras.
Cabe agregar que el personaje menos interesante es Shadow Moon, en el fondo una suerte de discípulo de Wednesday. Acaso el hilo conductor de la serie sea la fe: se pregunta qué es lo que lleva a los hombres a creer.
En suma, una serie de género fantástico que vale la pena por su prodigiosa imaginación y su diseño visual, con una trama de desarrollo un tanto errático y que no le teme al ridículo.
Temporada 2:
La tesis de la temporada 1 de American Gods consistía en que la existencia real de los dioses estaba supeditada a la presencia de mortales que creyeran en ellos: "sin fe, no hay dioses". De este modo, los dioses antiguos debían librar una batalla contra los dioses modernos (los medios, la tecnología y la globalización, representados por los dioses Media, Chico Tecnológico y el Sr. Mundo, respectivamente) para recuperar la fe de los humanos.
En la temporada 1 esa confrontación tuvo dos picos: el mejor, promediándola, con un encuentro en una comisaría y al final, en una celebración de Pascua, con una escaramuza que dejó gusto a poco.
Esta temporada 2 es claramente inferior a la primera en todos los aspectos. Se nota el cambio de guionista y la trama se vuelve demasiado dispersa y repetitiva, jugando con expectativas generadas en la T1 y que nunca se cumplen, introduciendo, por ejemplo, relecturas de los conflictos raciales en EEUU (tópico y abordaje ficcional que se han puesto de moda) o aspectos del pasado de Shadow Moon o del duende Mad Sweeney.
En cuanto a los personajes, la partida de Gillian Anderson como Media, constituye un golpe mortal para la serie, comparable a la partida de Diana Rigg de la serie Los vengadores. La apariciones de Media siempre eran las más esperadas e imaginativas. Su reemplazo jamás logrará compensar esa pérdida.
A Shadow Moon se lo desarrolla un poco más (y a su actor se lo ve algo más desenvuelto), pero sigue careciendo de interés como personaje: ¿por qué está ahí?
La pareja más satisfactoria (y con bastante protagonismo) es la de Mad Sweeney y Laura Moon (Pablo Schreiber y Emily Browning), en particular el primero.
Respecto del atributo principal de la serie, su imaginación visual, tiene sus buenos momentos, pero es claramente más pobre y más preocupada por la recreación de época que por mostrar mundos fantásticos.
En suma, una temporada claramente inferior a la primera, víctima de su dispersión narrativa, a veces rayana en el tedio, que repunta un poco en su último tercio y que también defrauda en su otros rubros, sobre todo en el que era su mayor atributo: la imaginación visual.