El Papa frente al Cristo crucificado reza para redimir a la sociedad corrupta perdida para siempre. Él mismo, como contrapunto, pretende dejar su lugar porque algo no funciona. En la última cinta de Tarantino también iniciaba sus “Odiosos ocho” con un primer plano de un Dios crucificado y sobrecargado de nieve. Ante la imagen de redención y del perdón, se van a mover unas imágenes y unos acontecimientos de la degeneración humana. "Suburra" de Stefan Sollima plantea cuál es el papel de los políticos y a quién se deben. Respuesta fácil: al pueblo. Pero la realidad difiere mucho de las reglas de juego iniciales. Pierfrancesco Favino realiza un trabajo enorme de político corrupto, ante los micros de las teles para suavizar la situación. Ellos dicen que aquí no pasa nada, que la prima de riesgo es un cuento de las bolsas y que todos estamos a salvo porque el pueblo es fuerte y soberano. A dos pasos, en la vuelta de la esquina, puedes encontrarte con un vaso de plástico, unas monedas dentro, una mano que lo alarga a los peatones y sentado en la acera un pobre anónimo en busca de algún samaritano que se disponga a entregarle la calderilla de su monedero o bien una pasta de la panadería. Los políticos van de la mano de las mafias mientras el pueblo llano se hunde en la miseria. Eso por un lado, por el otro, los poderes eclesiásticos intentan redimir al personal con discursos que hoy en día no hay quien se los crea.
La trama de la película se desarrolla en torno a un político corrupto, el cual lleva una doble vida, la primera pública e intachable: de hombre decente con familia e hijo, la segunda, muestra la otra cara opuesta de su profesión para sumergirse en el desmadre estresante que le permite faltar a sus obligaciones del hogar para pegarse las farras en hoteles con alcohol, sexo y drogas. Sin embargo, no siempre van a salir bien las cosas y cuando se tuercen no quiere saber nada del marrón. Así pues, la acción se lía de manera perversa: muertes, ajustes de cuentas, intermediarios mafiosos que controlan la corrupción tanto de las bandas como de los políticos. Éstos manejan el mamoneo de la pasta con una jeta impresionante, buscarán aliados en una votación a favor de una recalificación territorial en la costa para montar un imperio lúdico. Si a cambio de eso hace tambalear al país con unas nuevas elecciones a él qué más le da tan solo necesita un lugar en las cortes para estar exento de cualquier acusación que salga por el camino. A su paso queda un reguero de asesinatos y sangre. Sin embargo, el político vuelve a casa como el guerrero con la satisfacción del trabajo realizado. Seguirá su trabajo como si nada hubiera pasado, porque la mierda no es cosa suya, aunque se acumule en sus propias narices no le puede salpicar de ninguna manera en su actividad diplomática. Por eso, moverá los resortes que necesite para quitarse de en medio el pelagatos chantajista que se le cruce en su proyección profesional. La mierda que él pueda generar nunca le puede manchar, quien lo intente acabará en el trullo o bajo tierra. Nunca se manchará ya lo harán otros por él. Mientras, el país si se va a la quiebra, pero ese no es su tema prioritario, porque primero está chupar del bote, él y su colla de mafiosos. El tráfico de votos en la cámara de diputados para aprobar la ley es cosa hecha: un cargo por aquí y unos millones por allá y ley adelante. La fauna política está de acuerdo a cambio de suculentos fajos de billetes. Así, las mafias también quieren un pellizco considerable del evento. Éstos pretenden no ser menos que los políticos y vivir a su ritmo de vida, eso sí, ellos se ensuciarán las manos de sangre, por eso quieren una mordida del mismo calibre. El deseo de los capos es manejar ese mundo deseado de drogas, sexo y perversión. Ser el capo de la organización ( eso si antes por el camino no eres un fiambre) y contar pasta con los dedos todo el día( mil, dos mil, tres mil, ¿les suena esto?). La ambientación parece que va de la mano con los juegos sucios, allí en medio de la lluvia que no cesa en toda la proyección y en medio del fango se ejecutarán los asesinatos. Lo sucio cuanto más pringado, mejor. Ya no basta las persecuciones por las calles, ahora es por el supermercado de turno a tiro limpio, contra todo lo que se presente por delante: las verduras y las frutas salpicando por el aire y personal que compra expuesta a los deseos de las balas y sus asesinos. La venganza no tiene límites. En definitiva,la película habría dado para una mini serie de capítulos con buenos resultados.Es una película que se ve y se disfruta con pasión, no hay descanso alguno. Se ve la insatisfacción del personal con sus propias vidas. Nadie se encuentra feliz ni satisfecho con lo que tiene sino que envidia las posesiones del prójimo y no está dispuesto a prescindir de un bien que corresponde a todo el personal. Lo vemos en la tele cada día