Aunque lo mío es, ciertamente, el Séptimo Arte, de vez en cuando me sumerjo en alguna serie para que me cuente una historia por fascículos. Y ese el problema esencial de Alias Grace. Que no cuenta absolutamente nada. Usando una puesta en escena impecable, una dirección artística de altura, estupenda fotografía y mejor vestuario, la serie utiliza la narración de la protagonista, a modo de flashbacks, para intentar explicar qué le ocurrió en su infausto camino hacia el patíbulo. Y lo cierto es que la narración no evoluciona, no resuelve los enigmas planteados en el camino, juega con la confusión narrativa para despertar un interés que poco a poco se convierte en nuestra propia frustración. Cuando crees que has entendido algo, resulta que te lo destrozan con un argumento paralelo que no encaja en la narración. Y así, como anunciando el final, la serie acaba. Y te quedas con cara de tonto dándole vueltas a posibles interpretaciones, incluso te preguntas si eres aún más tonto de lo que pensabas. Pero un día, un buen amigo adicto y amante de las series te dice “No le des más vueltas, esta historia no tiene ni pies ni cabeza” y entonces respiras. No soy tan estupido. De acuerdo, tampoco soy un lumbreras, pero pienso que lo mío es el Séptimo Arte por alguna razón.