Cruda, más en lo cotidiano, en las relaciones y en las miserias humanas que en lo visual, Deadwood tiene un magnífico reparto, una buena ambientación y los ingredientes necesarios para retratar sin tapujos el último cuarto del Siglo XIX en el Oeste y cómo afrontaba la población los profundos cambios de una era salvaje y despiadada en una nación en formación.