La historia del deporte más popular del planeta podría resumir todas sus luces y sombras en tres palabras: Diego Armando Maradona. La vida del ídolo argentino es aquella que va perfecta para componerle canciones, escribir biografías (autorizadas o no) y, desde luego, producir series y películas sobre él. De hecho, en Argentina hay periodistas deportivos que han forjado una carrera en base al pergamino de ser biógrafos de Maradona. Un sinfín de relatos, alegres y amargos, componen lo que fue la vida de uno de los personajes más queridos del país gaucho. No son pocos los que conocen, al revés y al derecho, varias anécdotas 'maradonianas'. Es que es así, su nombre no solo es sustantivo, sino también verbo y adjetivo. Por ello, atreverse a contar su vida a través de una pantalla requiere de coraje y diplomacia, pues el personaje, muchas veces, terminó siendo más grande que el hombre, demostrando que su camino estuvo plagado de gloria pero también de dolor y heridas que aún siguen abiertas en personas que lo acompañaron en vida.
Diego era amado en su país y en el resto del mundo, pero tenía enemigos a los que no podía ni saludar. Con el argentino no existían casualidades y la trama de la serie tampoco lo es, aunque siempre tendrá la excusa de ser solo una ficción. En la primera mitad de la serie que hasta ahora tenemos disponible, se ha utilizado todo cuanto sea posible para disparar contra personalidades que no gustaron de su simpatía o con los que su relación no acabó en buenos términos, como si el Maradona más visceral hubiera participado de la escritura del guion, al más puro estilo contestatario que él acostumbraba.
Pero no solo ello, sino que la serie pretende desterrar la idea de ciertos fracasos que se le achacan a la carrera futbolística del argentino. Tenemos mucho en pantalla sobre sus temporadas en Barcelona. A pesar de que no fueron sus años más gloriosos, el guion intenta convencernos que él estuvo a la altura y que las derrotas y malos momentos fueron culpa del presidente de la institución, Josep Núñez. Y en su intento por enaltecer la carrera futbolística, la serie a veces transita como un simple recorrido por su palmarés, sin mucha sustancia.
Sin embargo, todo aquello es entendible porque Maradona desatará, por siempre, pasiones en propios y extraños. El elemento mucho menos entendible es la inclusión forzada de un matiz político, no solo en el protagonista, sino en la serie en general. Aunque Diego fue amigo de muchas dictaduras de izquierda, aquello sucedió después del fin de su carrera y no se encuentra la necesidad en la secuencia de los relatos, bajo ningún criterio, de convertir en peronista a toda su familia, forzando además un error cronológico grosero sobre la muerte de Perón y la llegada de Videla a poder. El guion comienza a tambalear cuando los tintes políticos aparecen en la trama.
Nos quedamos con muy poco rescatable dentro de la serie, pero es importante reconocer que todos los personajes están muy bien logrados en general. Resaltan, a mi gusto, el de su primer representante, Jorge Cyterszpiler (Peter Lanzani), y el del técnico César Menotti (Darío Grandinetti). En producciones biográficas como esta, es complicado poder utilizar nombres reales, como el de la cantante Lucía Galán, del dúo Pimpinela, quien fuera amante de Maradona en sus primeros años en Europa. En la serie se utiliza el nombre de Lorena Gaumont (Eva de Dominici), y la trama que incluye a la mamá de Diego (Nazareno Casero), Doña Tota (Mercedes Morán), es un punto alto en la serie que, más allá de esto, ofrece muy poco, sintiéndose muy tibia y sin alma, como teniéndole miedo al error. Irónicamente, sobre el final de cada capítulo, se presentan datos reales acompañados de declaraciones y vídeos reales de Maradona y gente cercana, que ayudan a cerrar mejor la trama y que, personalmente, me generaron mucho más interés que cualquier diálogo o suceso en la ficción.
Existen infinidad de anécdotas que los fanáticos del astro argentino quisieran ver plasmadas en la pantalla, y la serie otorga muy pocas. Tan solo unas cuantas en su estadía en Barcelona, y una que otra conversación con sus técnicos. Para este caso particular, la escritura debió comprender que una producción para un personaje tan polarizador como Maradona, necesitaba realizarse pensando en el público objetivo, es decir, los fanáticos del Diego, que son millones a nivel mundial. Y lo que ellos anhelan ver es a Maradona, pero por sobre todo necesitan más al Diego. Una frase complicada de explicar, pero que cualquier hincha 'maradoniano' entendería.