Serie española del 2020, de siete capitulos, de una media de 30 minutos, con una valoración de 7/10, bajo dirección y guión debJuan Cavestany.
Esta segunda temporada empieza con Juan (Javier Cámara) dos años después en Logroño como se presumia en la primera etapa. Ya no es vicepresidente pero sin embargo, su ambición desmedida y sus ansias de venganza le llevan a reunir a su equipo para fundar un nuevo partido con el que poner contra las cuerdas a sus excompañeros en las siguientes elecciones generales, cueste lo que cueste.
Javier es la pieza principal que mueve la tram, pero María Pujalte se enfunda el mono de trabajo y tira del carro de la dinamica magistralmente ante una Macarena que ya no tira de Juan, sino que se deja arrastrar y baila a su compás, aunque no le parezca buena idea.
Pero para idea brillante, la de incorporar a la causa a Esty Quesada y Jesús Vidal. La primera ya tomó la alternativa en Vota Juan, pero es ahora cuando cobra un protagonismo más que merecido. El papel de Eva no es más que una versión edulcorada de ella misma (o una rebajada de su personaje Soy una pringada), quizás por eso está tan fina en cada una de sus intervenciones.
En el caso de Vidal, es el revulsivo ideal para una temporada en la que Juan tiene que pelear contra sus propios prejuicios. Una lucha que deja secuencias tan incómodas como cómicas, sin más aderezo que las propias situaciones.
En momentos en los que la realidad supera a cualquier ficción, nada mejor que asomarse a un mundo paralelo (o no tanto) de la mano de una de las mejores comedias que podemos ver actualmente. Larga vida al humor.
Vamos Juan arranca su segunda vida con un concepto, el de ecdisis, que acompañará al protagonista durante toda la temporada. Juan Carrasco, al igual que la ficción, quiere mudar de piel, reinventarse. Pero por mucho que lo intente, él sigue siendo igual de ruin. Y la serie, por mucho que se aleje del Ministerio, sigue siendo igual de buena.
Lo que comenzó como una sátira de nuestros dirigentes es ahora una sátira de la vida misma a través de unos personajes que han tocado fondo y buscan remontar. Obviamente no se olvida de la política, que sigue envolviendo todo lo que ocurre en la serie, pero ya es casi lo de menos.
Diego San José y Víctor García León, a los que se ha sumado en esta temporada Borja Cobeaga, vuelven a dar una clase magistral de cómo hacer humor sin recurrir a los chistes ni a los diálogos forzados y exprimidos hasta el límite. Sus silencios y sus pausas funcionan mejor que cualquier chascarrillo, pues no hay nada más patético que lo que genera el propio Juan Carrasco.
Uno de los personajes mejor perfilados de la ficción
Quien también da otra masterclass es Javier Cámara, que consigue, que se empatice con un personaje tan indeseable y mediocre como los que podemos encontrar en nuestra clase política.
Javier y Juan son dos polos opuestos, pero en cuanto se enfunda el traje y se anuda la corbata logra que no veamos nada más que el reflejo de lo que tantas veces hemos imaginado que hay detrás de los que nos gobiernan. Es sin duda, uno de los personajes mejor perfilados de nuestra ficción.