La historia de Iron Man 3 se sitúa justo después de los hechos que nos relata Los Vengadores, nos encontramos con un Tony Stark tan irónico y sobrado como siempre, pero más humano y vulnerable que nunca. Stark tiene estrés postraumático, no duerme, podemos verle sufrir un par de ataques de ansiedad y dedica su tiempo sin dormir a construir varias armaduras con control remoto. Lo más llamativo y novedoso de esta nueva entrega es, que a pesar del título, lo importante no es la armadura, sino el hombre que la lleva, Tony Stark es el centro de atención, de hecho la primera parte de la película vemos a Tony sin su traje metálico y hasta veremos cómo lo usan personajes sorprendentes. Parte del mérito de este nuevo Tony Stark se lo debemos al director y guionista Shane Black, esta es su segunda película después de Kiss kiss, bang bang, cinta que también protagonizó Robert Downey Jr., director y actor se entienden a la perfección y la complicidad entre ellos es evidente y traspasa la pantalla, resulta gratificante ver los resultados de su colaboración.
No quiero que os hagáis una idea equivocada, a pesar de estar bajo de moral y enamorado, Tony Stark es el mismo héroe canalla de siempre y que durante la primera parte no use la armadura no significa que no haya acción, explosiones y destrucción, las hay y en gran cantidad durante toda la película, hasta llegar a la escena final donde veremos luchar juntas a todas las armaduras contra el ejército de soldados mejorados de El Mandarín, lo que nos dejará el habitual espectáculo de efectos especiales y llamativos efectos visuales que requieren este tipo de producciones. A todo esto añadir una gran cantidad de humor verbal, repartido por toda la película, me han parecido especialmente simpáticas las referencias nada sutiles a Los Vengadores, “el hombre del martillo que cayó del cielo”; a la serie Downton Abbey, la preferida de Happy Hogan; la peculiar relación de Tony con Jarvis, su ordenador central; y lo del reloj digital “edición limitada” que Harley da a Tony, brillante.