Éxodus: Dioses y Reyes: Tan relato bíblico de la salida de Egipto de los judíos esclavizados como peplum político, resulta difícil ver cómo encaja la película en la industria contemporánea de Hollywood, convertida en una lavadora de superhéroes. Este anacronismo no impide a Scott entregar una obra tan fascinante como espectacular.
Al igual que con El reino de los cielos, existía un gran riesgo de acabar con una versión teatral destrozada, desprovista de cualquier aliento o coherencia. En efecto, la película fue recortada (faltan al menos 45 minutos), pero se hizo con la idea de preservar el ritmo de la historia y evitar una confrontación directa con los míticos Diez Mandamientos. Y si el Éxodo del título sufre terriblemente por ello, ya que queda reducido a una secuencia de planos casi abstractos en el último rollo, Ridley Scott opta inteligentemente por centrarse en el enfrentamiento fraternal y su contrapartida bélica.
Aunque todo el mundo recordará la rabia y el carisma de Christian Bale, Exodus: Dioses y reyes sobrevive a su montaje casi carnicero gracias, sobre todo, a Joel Edgerton. Faraón inmaduro, inseguro y vulnerable, su interpretación da sentido a la película y permite a Scott encontrar el punto de entrada para ofrecer su visión crítica del mito que está abordando. Este Ramsés no es tanto un tirano como un joven rey aplastado por sus ansiedades y su ego, enfrentado a un Moisés no menos desgarrado, entre un Egipto que ama pero combate y un Dios infantil y sanguinario.
Rodado en la medida de lo posible en decorados reales, el fresco de Scott también se permite el lujo de deslumbrarnos en todo momento. Noción que se ha vuelto casi superflua con la llegada de la tecnología totalmente digital, la dimensión espectacular adquiere aquí todo su significado, en su sentido pleno y antiguo. Tanto si los cocodrilos ensangrientan las aguas del Nilo, como si una cornisa se derrumba y se traga a cientos de soldados o si Christian Bale desafía a Dios pisando una montaña sagrada, cada plano es más suntuoso que el anterior.
El afán de clasicismo de Ridley Scott no le impide perfeccionar su poderosa historia añadiendo una crítica religiosa sencilla pero aguda. Por ello, su película fue prohibida en varios países.
!En mi opinión, es una película que hay que ver¡