He visto mucho cine. Desde hace medio siglo. Hay películas simplemente entretenidas, otras que tienen momentos memorables, otras muy buenas y, por fin, están las películas que te impactan de tal manera la primera vez que las ves que sabes que son algo nuevo y te maravillas al palpar el buen hacer y dominio del que la hace. A mi me acaba de pasar con Roma. Me ha recordado cuando, hace ya muchísimos años, leí por vez primera algunos relatos de Joyce recogidos en "Dublineses". Un estilo narrativo de lo cotidiano, con multitud de detalles tal como los presenta la vida, sin trazo grueso, pero ligados, a veces, a guiños. Una historia que se construye con elegancia, reuniendo innumerables piezas delicadas, que va ganando fuerza a medida que pasa el tiempo, como si se dibujase poco a poco un cuadro. Y el lenguaje de la imagen y el sonido, para mi, es perfecto. Cuidadoso hasta el extremo y muy cautivador. Cada personaje está vivo y recibe su atención sin destacarlo, porque todos están entrelazados, pero están solos. Ninguno es más importante. Solo conviven. Coexisten y, solo a veces, sus vidas individuales se conectan de una manera fuerte, cómplice y consciente. Es una historia, pero son muchas, casi tantas como imágenes y seres. Incluso animales y objetos. Por eso no dudo en ponerle una calificación máxima.