Lejos de la aclamación pública hacia los más famosos superhéroes que se hallan en el mercado (Spider-man, Batman, Superman, entre otros) Iron Man se dio a conocer como un proyecto de ambiciones pretenciosas, pero moderadas. En cuanto a reconocimiento se refiere, el Hombre de Acero nunca fue considerado a la talla de héroes tales como los mencionados con anterioridad aunque, ya visto el panorama, no pareciera haber personaje de cómic que no pueda ser digno de tener una propia adaptación cinematográfica.
Partiendo desde un principio, Iron Man no es una película para todo el mundo, más allá de que su excepcional recepción crítica advierta lo contrario. Por un lado, téngase en cuenta que el ritmo al cual le es fiel Jon Favreau se encuentra bastante distorsionado a lo que hasta por entonces venía siendo la atención en el género superheróico. Mucha acción, elevada adrenalina y un sin fin de efectos subidos de tono fueron la esencia de esta temática durante años, y no es para menos agradeciendo que los cómics permiten esto por principio propio. Por el otro lado, la autoridad para hacer un proyecto un tanto más relevante en cuanto a su propuesta argumental, que tenga impulso protagónico desde varias partes y no sólo sea Tony Stark quien lidere las riendas. Se agradece -y mucho- que Iron Man tenga motivaciones más allá de lo cliché, aunque también consideremos que no siempre una película puede satisfacer desde todos los aspectos a tomar en cuenta.
La primera cinta del Universo Cinematográfico de Marvel probablemente sea la más seria en su línea argumental (a la par del Increíble Hulk) incluso habiendo un catálogo de buen humor a disposición del recreo. Iron Man es diferente, como película y, sobre todo, como inicio de una franquicia. ¿Por qué? Como primera medida, su tono de ser es disimulado, pues pareciera no animarse a ser tan fantástica y egocéntrica como, por ejemplo, lo fue Spider-man en 2002, en donde el entretenimiento y el goce de impacto visual eran el sello del éxito. Aquí, la apuesta se eleva a un guión mayormente complejo y abarcativo, siendo Tony Stark el centro de atención por obviedad, pero no la única pieza del equipo. Su desarrollo, a fin de cuentas, concierne en un "poco de todo" de cada personaje, quienes se encargan de dar pinceladas a la par que un brillante Robert Downey Jr. hace uno de los papeles de su vida. Iron Man es lenta a comparación de otros títulos, incluso puede catalogarse como meramente densa y hasta aburrida por fragmentos, pero no un desperdicio de tiempo. Tiene sus momentos de gloria visual, así como se deja apreciar por una grandiosa banda sonora y nunca se echan a perder unas cuantas carcajadas provenientes de las locuras del genio Stark. Por consiguiente, la historia tiene un avance justo y lo suficientemente necesario como para dejarse entender, con ciertas referencias al mundillo marveliano (algunas para expertos) y con un cameo poco habitual del gran Stan Lee.
En opinión propia, y más allá de los errores que puedan hallarse presentes, no puedo dejar de considerar que su secuela es la mejor de la trilogía, pero desde una posición sumamente objetivista y, más aún, madura, Iron Man (2008) es sin dudas una cinta que tiene encanto propio, personalidad, carisma, inteligencia argumental y, sobre todo, un reparto frondoso con Robert Downey Jr. a la corona. Como inicio de saga, no llega a ser tan épica como Spider-man de Sam Raimi o Batman: Begins, pero tiene bastante más compromiso en otros aspectos ajenos al impresionismo visual.