Serie USA del 2019, de una temporada de cinco episodios, con una valoracion de 8/10, bajo dirección y guión de Craig Mazin.
Chernóbil de 26 de abril de 1986 el mundo se estremecio ante la radiacion del norte de Ucrania. La Organización Mundial de la Salud durante los años 2000 que las víctimas de la radiación habían alcanzado las 9.335 muertes.
600 000 personas recibieron dosis de radiación por los trabajos de descontaminación posteriores al accidente.
"Nuestro poder reside en la percepción de nuestro poder”, dijo el líder de la URSS, Mijaíl Gorbachov, en una de las reuniones que vemos en Chernobyl.
De la ceguera patriótica de los líderes ante el peligro, ignorar las opiniones de los expertos con el escudo de la opinión personal y anteponer las guerras políticas al bienestar ciudadano va esta serie.
Chernobyl es la crónica de una tragedia anunciada. Aunque ya han pasado 36 años, sigue siendo un punto de inflexión claro en nuestra percepción de la energía nuclear, originando un imaginario postapocalíptico que el cine han absorbido en forma de distopías y premoniciones de una humanidad condenada a la autodestrucción. Pero la serie no quiere abordar la alargada sombra que ha dejado el desastre, sino tratar temas que van de lo concreto a lo abstracto, que nunca dejan de tener un ojo puesto en nuestra contemporaneidad.
Chernobyl no está tan interesada en quiénes fueron los culpables y condenarles en aquella central, como en todo lo que originó después de la explosión , desde la irresponsabilidad del gobierno de Gorbachov que quiso ocultar el incidente, hasta el peligro mundial en la que una central en Suecia detectó el problema- hasta las reacciones físicas en los que estuvieron expuestos a la radiación. También, y es el eje central de la serie, en cómo se luchó muy lejos de los despachos de Moscú para contener lo mejor posible los efectos del accidente, con mucha precariedad y desconocimiento. Una tarea difícil teniendo en cuenta que la amenaza, era por lo general, completamente invisible al ojo humano. Por eso, como apuntaron algunos, parecen todos tan relativamente tranquilos observando el "incendio" en la central. ¿Cómo iban a saber los desastrosos efectos que sufrirían si jamás había ocurrido nada parecido? El gran reto de Legásov y compañía, fue desde un principio, luchar contra algo contra lo que no se habían enfrentado nunca.
La veracidad de los hechos narrados en la serie es encomiable, usando diálogos completos de las páginas de 'Voces de Chernóbil' de Svetlana Alexievich y siendo riguroso con las horas -que a menudo aparecen escritas en pantalla- de los eventos del accidente y las posteriores evacuaciones y reuniones políticas. También detalles más pequeños que demuestran un interés por acercarse a las historias personales de los personajes, como los zapatos que sostiene Lyudmilla (Jessie Buckley) en el funeral de su marido porque sus pies estaban demasiado hinchados para ponérselos. Uno de los pocos detalles creadores enteramente para la ficción es el del personaje de la física nuclear Ulana Khomyuk (Emily Watson), que sirve como recurso narrativo para hacer avanzar rápido las investigaciones sobre la culpabilidad de los implicados en el incidente y luchar por que el mundo sepa la verdad de lo ocurrido. Que ese personaje particular no existiese no quiere decir que no sea real: está pensado como compendio de tantos otros físicos que ayudaron y aconsejaron en los meses posteriores a la tragedia.
Mazin mantuvo las licencias creativas al mínimo, aunque toda historia tiene una perspectiva. Y esta es indudablemente norteamericana. En un artículo publicado en The Moscow Times, el columnista Leonid Bershidsky apunta a muchos detalles que la serie sí ha descuidado, desde uniformes de la época errónea hasta no medir bien las distancias entre Moscú y Chernóbil, que, dice, es imposible recorrerla en helicóptero. "Debería haberse hecho en Rusia, Ucrania o Bielorrusia, no por un canal de entretenimiento estadounidense", constata, pero no con la intención de menospreciar la serie, a la que alaba en reconstrucción de los hechos, sino por la necesidad de esos países de rendir cuentas con su propia historia. "Este tipo de sermón sobre la importancia de escuchar a los expertos y dirigir un gobierno para el pueblo, y no por sus propios intereses, debería provenir de uno de los países afectados", escribe. "Esos países, al parecer, no han aprendido las lecciones lo suficientemente bien como para hacer una serie como esta", añade.
Bershidsky recoge también algunos comentarios en territorio ruso, como el del diario Komsomolskaya Pravda, que acusaba a 'Chernobyl' de "rusofobia" y la tachaba de ser un intento de socavar el liderazgo del país en las exportaciones de reactores nucleares, que es, curiosamente, una de las pocas áreas en las que Rusia está por delante de los Estados Unidos y por la que compite en los mercados europeos y asiáticos. Teorías conspiracionistas aparte, y aunque la serie sí pueda pecar de una cierta estereotipación de los rusos y sus mandatarios comunistas de la época, nadie puede poner en duda que sus esfuerzos para estar lo más cerca posible de la verdad son admirables.