A todos nos gustan los dibujos animados, ¿verdad? En serio, es que los dibujos nos han dado tanto a lo largo de la historia del cine... ¡y nos siguen dando! Ya han quedado lejos los tiempos en los que Disney lo producía prácticamente todo, y ahora la la animación tradicional cuenta con un envidiable estado de salud más allá de sus puertas, sobre todo porque cada vez son más los artistas que se niegan a encorsetarse en un target, y deciden usar el medio para expresar otras cosas sin tener en cuenta las calificaciones por edades.
En el estudio Ghibli ya llevaban bastante tiempo sin escatimar en sangre o política, como atestigua La tumba de las luciérnagas, pero más allá de la compañía de Hayao Miyazaki, hay una larga lista de películas con las que mirar muy por encima del hombro a los que opinan que los dibujos son cosa de niños. La duología formada por Vals con Bashir y El congreso, Persépolis, las películas animadas de Wes Anderson, La fiesta de las salchichas, Anomalisa, las filmografías de Satoshi Kon y Mamoru Hosoda...
Hay muchísimos ejemplos, y habrá muchos más, de lo que la animación es capaz de dar de sí cuando desafía sus límites, y puede que una de las grandes pioneras en este sentido sea ¿Quién engañó a Roger Rabbit? Han pasado ya treinta años de su estreno, y hoy en SensaCine vamos a analizar su importancia en siete claves. Puedes ver para ello el vídeo sobre estas líneas o, por el contrario, seguir leyendo.