El Grand Prix volvió el año pasado a la pequeña pantalla con gran éxito. El programa "del abuelo y del niño" regresó como líder del 'prime time' del lunes al anotar una media de 19,2% de cuota de pantalla, lo que supone 1.691.000 televidentes. Algo que está volviendo a experimentar este año. Sin ir más lejos, ayer, 12 de agosto, se convirtió en lo más visto de dicha franja horaria con una media de 1.057.000 espectadores y un 12,5% de cuota de pantalla. Un triunfo que recuerda, y mucho, al de sus primeros años en RTVE.
Presentado por Ramón García, quien sigue como maestro de ceremonias, a finales de los 90 el Grand Prix se convirtió en el formato por excelencia del verano. No comenzaba la época estival hasta que el concurso diera el pistoletazo de salida. El éxito no solo era gracias a las míticas pruebas y a su presentador, también a las bailarinas, como la actriz que participó en Élite y ahora es entrenadora personal, y copresentadoras que estaban en plató junto a él.
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Entre todas las copresentadoras, o azafatas como se llamaban en aquella época, destacó Pilar Soto. Una jovencísima y risueña actriz que se encargaba de explicar en qué se basaban cada una de las distintas pruebas del programa. Como hizo el año pasado Michelle Calvo, Soto enseguida cautivó a la audiencia gracias a su simpatía y desparpajo. Pronto, se convirtió en uno de los rostros más conocidos de la pequeña pantalla. Un éxito que para ella acabó en un autentico "infierno".
Tras su paso por el Grand Prix, la carrera de Pilar Soto despegó y participó en otros proyectos como Al salir de clase. Sin embargo, poco a poco fue desapareciendo de la televisión. La presión mediática le provocó le hizo caer en la bulimia y poco después en la bulimina. "El tipo de vida que llevaba me llevó a vivir hasta en siete países distintos. El hecho de que nunca nadie estuviera esperándome al volver me resultaba durísimo", confesó al programa Camino católico.
Siempre estaba sola, estaba vacía. No tenía amigos y no tenía a nadie. Comenzaron a sucederme una serie de circunstancias muy dramáticas
Este problema de salud le llevó a pesar 37 kilos y volverse adicta a la medicación. Para refugiarse de la situación, y tal y como ha contado Soto en más de una ocasión, acabó volviéndose adicta también al alcohol y las drogas. Una situación que le llevó a ingresar en el hospital hasta en ochenta ocasiones, incluso los médicos afirmaron que "había poco que hacer para salvar su vida".
Consciente que estos problemas podrían acabar con su vida, la religión llamó a su puerta. "En ese momento, llamé a Cristo y con los ojos de mi alma, vi su rostro. Estaba todavía en la cruz, lloraba. Y pensé: 'Dios mío, ¿qué he hecho? Perdóname, Señor. Así no, Señor. No es mi hora. Ahora entiendo que nada justifica haber atentado contra el cuerpo que me has dado", confesó al citado medio.
Por ello, y después de conversar con un cura, Soto decidió tomar los hábitos como monja en el convento de Las Clarisas en Madrilejos (Toledo). La joven pasó siete años de su vida dedicando sus días a la oración, la lectura, el rosario y la misa diaria. Un proceso que le ayudó a salir del pozo en el que estaba sumergida y le permitió viajar a lugares como Tierra Santa, Fátima, Lourdes y Asís.
Su última aparición fue en Sálvame Deluxe en 2014 y contó que entró "en un bucle autodestructivo". "Era una niña muy mona y no se notaba y lo ocultaba como podía porque no tenía que darle explicaciones a nadie porque vivía sola. Me hacia mis propias encerronas y me hacía agresiones físicas muy graves... Me convertí en un animal, no razonaba", confesó. Ahora, se desconoce cuál es su actual profesión ya que se encuentra alejada de los medios de comunicación.
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