Los famosos muñecos de Hasbro se vuelven de carne y hueso en la película que ha dirigido Stephen Sommers.
El Blog del Chacal
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El verano del 2009 no se ha caracterizado, desde mi punto de vista, por una gran calidad en los estrenos de esta temporada. Con esto no me refiero a todos en general, ya que hay agradables sorpresas como Up y Arrástrame al infierno (que sin duda podrían ser mis dos películas preferidas de este periodo estival) pero por contra tenemos films que simplemente han cumplido la papeleta, sin aportar nada ni novedoso ni memorable (Harry Potter y el misterio del príncipe, Terminator Salvation, X-Men orígenes: Lobezno) cuando no han sido pestiños de muy dudoso gusto (Ángeles y demonios, Transformers 2, Asalto al tren Pelham 123)...
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No es cine todo lo que reluce
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Como no podía ser menos, tenemos ante nosotros otra nueva adaptación de una idea ya suficientemente desarrollada, y que tiene una taquilla asegurada, con todos aquellos fans que de pequeño compraban (comprábamos) todos los muñecos, vídeos y cómics de los G.I.Joe.
Y ya, para rematar, tenemos la película, donde los personajes de la infancia cobran vida. Y el resultado, francamente, es muy malo. Tener, tiene mucha acción, sí, sí, pero a poco que sepas un poco del argumento original de G.I.Joe, no puedes por menos de salir de la sala deseando fusilar al guionista, que se ha pasado por el arco del triunfo todo el argumento y trasfondo original de G.I.Joe.
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El lado oscuro del celuloide
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Hay algo que no se puede negar y es que G.I.Joe está dirigida por Stephen Sommers, director de La Momia que con descaro introduce a todos y cada uno de sus colegas momificados a modo de cameos de medio minuto y creado por los mismos que se liaron a poner efectos especiales en Transformers. Sumen uno más uno y tendrán G.I. Joe.
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V de burrada
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Cuando algún peligro amenaza al mundo, un grupo de operaciones especiales se encarga de mantener la paz: G.I. Joe, un equipo especial formado por los mejores soldados. Cuando un grupo desconocido pretende robar lo último en amas de destrucción masiva, los Joes son los únicos que pueden evitar la amenaza.
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Zootropo
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Con algunas películas pasa como con todo, que la desilusión suele ser inversamente proporcional a la expectación levantada. Por eso, cuando uno acude al cine a ver una película como G.I. Joe sin ser seguidor de este tipo de historias debe ir concienciado de que lo que verá no le va a gustar. A veces, como es el caso, funciona y se sale de la sala de proyección pensando aquello de "pues... no era tan mala".
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CineVista
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Esta es la tercera vez que se adapta la línea de muñecos creados por Stanley Weston que popularizó finalmente la compañía Hasbro en 1964. La última cinta basada en estos juguetes tan codiciados por los niños como las barbies para las niñas, es ésta versión en "live action" basada a su vez, en la cinta animada G.I. Joe: Un Verdadero Héroe Americano que se estrenó en el año 1987. Esta nueva película estrenada mundialmente el viernes pasado, se ubica en la primera posición de taquilla al recaudar en tres días más de 97,5 millones de dólares.
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Canal de Cine Federico Casado
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El cine era otra cosa. Antes había historia, había aventuras, había personajes...ahora únicamente hay espectaculares secuencias de acción, mal hilvanadas por una torpe realización y atronadoras explosiones. En eso se ha convertido el cine de acción. Antes, el cine era un fin en sí mismo.
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Cinematical
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Tengo un amigo que se ofende con esa idea de que uno debería ver películas, o acudir a cualquier espectáculo de entretenimiento con la perspectiva de un niño de nueve años. Y resulta que esta es la premisa principal para que muchas películas resulten aceptables, y un argumento que se puede utilizar para defender que uno vaya a ver películas que son estúpidas o, simplemente, malas, que no aplican ninguna lógica en su narrativa. Y estaremos todos de acuerdo en que el concepto de entretenimiento no existe sólo para los niños, ni la inteligencia es competencia exclusiva del mundo adulto. Pero hay que argumentar algo para abandonar el cinismo habitual, o incluso la familiaridad con las convenciones narrativas... en favor de divertirse sin rubor con algo que está fuera de todo sentido común. Y esto nos lleva a G.I. Joe.
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