En esta nueva sección titulada "¿Tú también la veías?", redactores y redactoras de SensaCine comparten con los lectores películas y series que les han marcado en su vida. Pero, en el fondo, para lo que sirve es para encontrar 'a los tuyos'; a los que, como nosotros, se quedaron pegados frente al televisor viendo esto o aquello o gastaron la cinta VHS de turno de tanto usarla. Y yo, aunque a veces me parezca mentira, rara vez me topo con alguien que viera, o recuerde incluso, esa joya de la animación de Toei Company que es Alakazam, el grande (1960) -también me pasa bastante con la serie Samed, el duende mágico y con las películas La vuelta al mundo de Alvin y las ardillas y El último unicornio-, atribuida en un principio al 'mangaka' Osamu Tezuka (Astroboy) y dirigida en realidad por Taiji Yabushita y Daisaku Shirakawa.
Sigo teniendo en mi poder el casete original de Vídeo diversión perfectamente plastificado con el logo de Orion Pictures al reverso y esa inolvidable (y bastante cantosa, todo hay que decirlo) superficie amarillo canario. Pero lo que más llama ahora mi atención es una pegatina que hay en el vértice superior derecho, en color rojo. En esta se puede leer: "Sólo 1.695 pts. Impuestos incluidos". También te digo que me parece un precio insignificante (ahora más) si a cambio disfrutas de las aventuras de un mono mago que lo mismo se entrena con Merlín o se enfrenta a Hércules en el mágico país de Majutsoland. Y créeme. Si cae algún día en tus manos y la reproduces, no dejarás de cantar: "Aliki-Aliko-Alakazam".
Pero de qué demonios va Alakazam, el grande, te estarás preguntando. Curiosamente, se basaba en el manga La leyenda de Son Goku de Tezuka, a su vez inspirado en la célebre obra clásica china Viaje al Oeste -que también utilizó Akira Toriyama para crear su Dragon Ball. En España la conocimos como Alakazam, el grande, igual que en países como México, mientras que en Uruguay y Argentina se tituló, ¡ojo!, como Los 13 milagros de Alakazam y como... ¡Robin en el Valle de los Dragones! La versión en castellano contaba con las voces de Rafael Alonso Naranjo Jr., Carlos Revilla, José Luis Angulo y cía.
Al principio de la cinta, que he vuelto a ver -sólo ha perdido un poco de color- desempolvando y (re)enchufando con algún que otro problema mi reproductor VHS -gracias a que mi madre lo compró por motivos tanto prácticos como nostálgicos a cambio de unos 30 euros cuando DVD y Blu-ray se imponían en el mercado-, Alakazam es un macaco temeroso y voluble. Pero el narrador, José Luis Angulo en castellano, nos cuenta antes una de esas historias que te enganchaban cuando eras niño:
Todo el mundo que crea en la magia habrá oído hablar de Majutsoland. Es una bonita isla que flota en el cielo en algún lugar cerca de las costas del Japón. Todos los grandes magos que han existido alguna vez tuvieron en Majutsoland su hogar. En Majutsoland reinan su majestad, el gran supremo hechicero rey Amo; su esposa, la reina Amas, y, naturalmente, el hijo que tuvieron lo llamaron príncipe Amat. Así que con Amo, Amas y Amat gobernando el país, Majutsoland era un lugar maravilloso y tranquilo para vivir. Es decir, lo fue. Hasta que un día...
Posteriormente, nos enteramos de que los animales llevan desorganizados mucho tiempo porque no tienen ningún rey que los gobierne. ¿Y cómo te conviertes en soberano de las bestias? Pues, básicamente, arrojándote por una enorme catarata que conecta con un palacio encantado. No tiene ningún sentido, lo sé, pero cuando eres pequeño no prestas atención a semejantes detalles. Simplemente te dejas llevar. Como te hemos dicho, Alakazam es un mono asustadizo que siente escalofríos en presencia de grillos, arañas y murciélagos. No lleva nada de ropa y, desde el comienzo, entaba una relación con la bondadosa Didi, exactamente igual que él sólo que de pelaje azulado y con una enorme flor rosa en la cabeza. Alakazam tiene que superar la prueba de valor, aunque hay algún que otro inconveniente. Para empezar, no sabe nadar y le espanta la posibilidad de que el agua de la cascada esté demasiado fría. Pero lo mejor sucede cuando deja caer la siguiente frase: "He oído que un trono es igual que una prisión".
Después de una canción interpretada por cuatro 'monetes', Alakazam emplea todo su arrojo y se tira al agua sin pensárselo dos veces. Accede al palacio encantado con el agua sobre sus ojos y, no sabemos cómo, vuelve a salir a la superficie con la ayuda de una puerta de la residencia. Lo que no nos cuentan es cómo es capaz un pequeño mono de levantar una plancha de madera de ese tamaño. Debido a su proeza, Alakazam ya es rey. Así de fácil. Pero ni mucho menos un buen gobernante. "Ojalá pudiera decir que Alakazam era un buen rey. Un rey sabio", se lamenta el narrador. "Pero no. Era tonto y arrogante. En realidad, no hacía nada bien. La verdad es que la corona no estaba hecha para él". Efectivamente, y a pesar de contar con sirvientes, bailarinas y con la compañía de Didi, a nuestro protagonista no le agrada, por ejemplo, repetir faisán para comer. Es déspota y altanero y se burla de los seres humanos pese a que Didi le dice que es "el animal más listo de todos". "¿Más que Alakazam?". En la nueva casa de este hay colgado un cuadro con la imagen de Merlín, del que nos dicen que practica todos los tipos de magia secreta en la Montaña Solitaria. Con envidia y miedo, y después de tener una pesadilla en la que es encerrado y observado por humanos, Alakazam le lanza al lienzo de Merlín un racimo de uvas... aunque luego tira su corona al suelo y decide emprender un viaje a la Montaña Solitaria. "Tengo que estudiar y aprender sus poderes mágicos", confiesa. Didi quiere ir con él, pero... "A los magos no les gustan las chicas. Las cortan en pedacitos". Esa es la idea de Alakazam y juro que con pocos años ni siquiera me fijé.
Convirtiéndose en mago y Majutsoland
Tras una larga travesía, Alakazam llega por fin a la susodicha Montaña Solitaria, donde uno de los criados de Merlín le echa sin problemas. Claro que él, en su línea, había exigido recibir sus enseñanzas de una manera... ¿poco sutil? "¡Abrid la puerta, estúpidos!". Menos mal que se escabulle y consigue encontrarse con el renombrado mago, dormido con un libro encima de la cara. ¿Qué hacer? Pues robárselo y hacerle chantaje para que acepte enseñarle todo lo que sabe. Y todo porque el libro en cuestión contiene todo lo que Merlín sabe: "números de teléfono, direcciones, recetas mágicas...". ¿En serio, Merlín? Sea como fuere, este cede, no sin antes pronunciar una advertencia: "Tal vez, un día te arrepientas de lo que te enseñe". Con su guía, Alakazam practica lo que parece ser boxeo, salto con comba y hasta levantamiento de pesas. También estrena un batín rojo y blanco con unas botas negras en lo que serían sus pies y obtiene su diploma. "Lo que hagas con tu nuevo poder es cosa tuya", vuelve a prevenirle el gran mago. "Sólo te diré una cosa: debes utilizar la magia que te he enseñado con humildad, generosidad y prudencia. Solamente así te podrá ser útil, te convertirás en un gran monarca y, lo que es más importante, en un buen hombre".
Obviamente, a estas alturas darás por hecho que Alakazam va a abusar de su magia sí o sí. Después de despachar a la pobre Didi, que sólo había ido a visitarle a la Montaña Solitaria, el ya taumaturgo -con la habilidad de hacer crecer jardines, hacer levitar cosas y hasta transformarse en tigre- echa a volar por los aires para dirigirse a Majutsoland, hogar de Amo, Amas y Amat, y robar así la fruta prohibida. Acaba poniéndose morado a ambrosía y aquí ocurre uno de mis momentos favoritos de toda la película: la persecución de las patrullas celestiales. Estos tipos son los policías de Majutsoland y van con unos uniformes blancos con capucha y van montados en nubes voladoras con faros con forma de estrella. Su jefe, más grande que el resto y con un bastón que se alarga y se empequeñece a placer, se enfrenta a Alakazam por amenazar la paz y la tranquilidad del reino. "Hay más delincuentes juveniles últimamente que estrellas en el cielo". ¡Oh, vale! No le dura prácticamente nada a Alakazam, que le quita su vara mágica y que después se ve las caras con el mismísimo Hércules. Un Hércules, todo sea dicho, un tanto hipermusculado y de proporciones imposibles. Uno y otro se convierten en distintas criaturas -grulla, halcón, león, dragón y hasta dinosaurio- hasta que el macaco pierde al ser electrocutado y huye hasta encontrarse con el rey Amo. No sin antes invocar un transporte muy molón: una nube voladora de color amarillo sobre la que recorre grandes distancias -efectivamente, te recordará a la Nube Kintō de Goku.
Amo, como era de esperar, derrota a Alakazam en un pispás y hace de él su prisionero hasta que aprenda a no ser presuntuoso y egoísta. Y Didi, toda una santa, para que nos vamos a engañar, va en su busca a pesar de sus errores y hasta le lleva alimento. Si su amada no hubiese estado a punto de morir por culpa de una tormenta de nieve, la reina Amas no habría convencido a su marido de perdonar a Alakazam. A cambio, este debe acompañar al hijo de ambos, Amat, a una peligrosa peregrinación. Pero él se niega, así que Amat acaba poniéndole una diadema mágica de tortura hasta que se comporte dignamente.
El grupo aumenta: Tripafloja y Luripopota
A partir de aquí es cuando Alakazam, el grande se pone más interesante. El príncipe Amat, su caballo y Alakazam inician su peregrinaje y acaban llegando a un pueblo en el que un padre y su hija viven una situación calamitosa. Ella no quiere casarse con el barón de Tripafloja (Carlos Revilla), un cerdo antropomórfico y parlante, y llora desconsoladamente. Pero lo mejor de todo es que Tripafloja pertenece a la banda de los Hermanos Gruñones, Herman y Bernie, unos criminales que viven en la Cueva de los Cadáveres. Para resolver el entuerto, Alakazam adopta la forma de la futura novia, haciéndose pasar por ella, y humilla al enamoradizo tripafloja cuando este descubre el fraude. Pero Tripafloja también tiene su propia nube, esta de color azul, y ambas, la de Alakazam y la de él, se persiguen en una carrera feroz. Es entonces cuando también conocemos a Mena, súbdita y espía del villano rey Tremendo -cuyo diseño sirvió para que Nintendo creara al Bowser de Super Mario Bros.-, que contacta con él con su cuerno-antena -pidiéndoselo a una operadora, claro- y que pretende facilitar con sus planes la invasión de Majutsoland. Pero antes toca que Alakazam combata a los Hermanos Gruñones.
Antes de vencer a Herman y Bernie, Alakazam acaba encerrado en un receptáculo mágico que atrapa a todo aquel que hable mientras su boquilla no tenga el tapón puesto. Pero, gracias a sus poderes, el héroe se transforma en un insecto volador y recupera su libertad. Después, deja a Tripafloja fuera de combate, imita su apariencia y pone en jaque a los Hermanos Gruñones. Cae previamente en una trampa, vence a su terrible mascota -un escorpión asesino gigante, al que mata- y encierra a Herman y Bernie en su recipiente mágico. Cuando está a punto de acabar con Tripafloja, Didi (como si fuera su conciencia) le recuerda: "Ten compasión. Debes aprender a perdonar". Y así ya son tres peregrinos: Amat, Alakazam y Tripafloja. A través de Mena, el rey Tremendo sigue sus pasos y quiere secuestrar al príncipe de Majutsoland a cambio de un rescate en oro. ¿Pero para qué lo necesita? Al parecer, para costearle los caprichos a su mujer. "Mi esposa rompe los abrigos de visón con mucha facilidad", le reconoce a Mena.
Con Alakazam y Tripafloja distraídos, Mena logra secuestrar a Amat -este hombre se mete en un sinfín de problemas- y el mono mago le suelta lo siguiente: "Libera al príncipe o te daré una bofetada tan fuerte que se te saldrá la nariz por las orejas". Mena huye, no nos extraña, y el trío de aventureros duerme a ras del suelo en medio del desierto. Tras sufrir alucinaciones y ver espejismos como consecuencia del sol abrasador, los muchachos llegan a un misterioso castillo, una trampa de Luripopota, un hombre con bigote y con un enorme collar de perlas azules con la curiosa habilidad de cavar hoyos con su arma. ¡Ah! Y también es caníbal. Hay que ver lo que nos dejaban ver de pequeños. Como Alakazam y Tripafloja son demasiado fuertes juntos, Luripopota se mete en uno de sus hoyos e intenta comerse a Amat. Aunque, para salvar la situación, Alakazam se convierte en manzana y, en una de las escenas más divertidas del filme, hace bailar al morador antropófago del desierto haciendo un concierto con sus intestinos. De nuevo, y a pesar de sus fechorías, Alakazam le perdona la vida y el trío pasa a ser un cuarteto.
La batalla con Tremendo y el final de la aventura
Llegamos a la última parte de Alakazam, el grande, que es cuando, al imitar sus voces, Mena consigue que Alakazam, Tripafloja y Luripopota se peleen entre ellos. Amat y su séquito están llegando a la montaña donde Tremendo tiene su base de operaciones y este, demostrando que hace honor a su nombre, acciona unas palancas con las que la montaña pasa a ser un volcán en erupción. No recordaba que era un conejo parlante quien avisaba a Alakazam de que la única forma de detener la lava pasa por robar el abanico de Tremendo, un objeto mágico con el poder de congelar aquello que se abanica. Así que Alakazam y Tripafloja se cuelan en el palacio de su perverso enemigo y ven a Tremendo despidiéndose así de su mujer. "Te telefonearé si voy a volver tarde" -dedicarte al mal no implica que no puedas ser atento con tu esposa. Y ella replica: "Tráeme algo bonito, como un abrigo de visón".
Aprovechando que Tremendo está fuera, Alakazam (como sus piernas) y Tripafloja (como su parte superior) se trasmutan en él... aunque no engañan durante mucho tiempo a la señora de Tremendo, que además es una experta lanzadora de cuchillos. Roban el abanico mágico, eso sí, si bien lo pierden a manos de Mena, que se hace pasar por Amat posteriormente cuando Tremendo lo secuestra y lo lleva a su palacio. Para más inri, el secuaz utiliza el abanico con Alakazam, le congela y anula completamente sus poderes mágicos. Pero nos habíamos olvidado de Luripopota, que ayuda a Alakazam y juntos se adentran en uno de sus famosos hoyos para salvar tanto a Amat como a Tripafloja, también en poder del villano. Este está distraído celebrando una fiesta con sus vasallos demonios, se niega a darle a Mena una recompensa que le había prometido y esta, como venganza, le da a Alakazam una poción que le devuelve sus poderes.
El macaco, ahora que ha aprendido de sus errores, incluso perdona a su antigua enemiga. Con sus habilidades recobradas, Alakazam y los suyos pelean contra un batiburrillo de demonios; Tripafloja congela a la mujer de Tremendo con el abanico y, rizando el rizo, el protagonista torea a Tremendo -ya que en realidad es un buey- con un capote y música 'española' de fondo. Tras varias estocadas, el poderoso demonio se precipita al interior del volcán y Tripafloja, con el abanico en sus manos, congela toda la lava. "Amigos, os debo la vida a todos", anuncia el príncipe Amat. Y, con Mena sana y salva, todos ellos son recibidos como héroes en el hogar de Amo. El regente de Majutsoland le quita la diadema a Alakazam, ya humilde, generoso y prudente, y este vuelve a su casa con Didi, enferma en una cama."Has estado fuera tanto tiempo", dice ella. "No volveré a dejarte nunca más", contesta él. "Me quedaré y gobernaremos mi reino juntos". Pero estábamos en la década de los 60. Por eso el narrador apostilla: "Todos vivieron felices... para siempre jamás". He de decir que ha sido toda una ordalía poder ver sus 85 minutos en formato VHS más de 30 años después. ¿Pero y la ilusión que me ha hecho?