Tiene un hueco muy especial en el corazoncito de muchas personas, pero El emperador y sus locuras no suele estar entre las películas Disney que mencionamos cuando hablamos de los filmes animados de nuestra infancia. Un honor que a menudo le reservamos a las películas estrenadas durante la etapa que ahora conocemos como el "Renacimiento de Disney", que comenzó con La Sirenita en 1989 y se extendió durante toda una década de títulos inolvidables hasta su fin con Tarzán en 1999.
Solo un año más tarde, ya en el 2000, el estudio de animación estrenaría su nueva propuesta: El emperador y sus locuras, un filme que había comenzado a gestarse mucho antes con la intención de aportarle humor y diversión a una etapa que había comenzado a tornarse algo seria con Pocahontas y El jorobado de Notre Dame, pero que se enfrentó a una producción de lo más problemática que acabó retrasándola varios años. Así, la película acabó viendo la luz en un escenario muy distinto, en el que la época dorada del estudio ya había dado sus últimos coletazos.
Tras Tarzán, Disney había tratado de probar cosas nuevas, aunque sin mucho éxito. Por un lado con la reinvención de uno de sus grandes clásicos, Fantasía 2000, y, por otro, con Dinosaurio, un filme que emulaba la acción real mediante el uso de CGI. Sin embargo, como no había tenido mucho éxito, El emperador y sus locuras fue el arma secreta del estudio para echar el freno, dar unos pasos atrás y reengancharse a la que había sido su mejor época, inaugurando una especie de post-renacimiento.
Para ello invirtió 100 millones de dólares y el resultado fue la película menos Disney de Disney, probablemente: volvió al formato musical y a sus aspectos más tradicionales, pero, al mismo tiempo, el estudio quería cambios que diferenciasen esta nueva etapa. A medio camino entre ambas -la película se gestó en el Renacimiento y se estrenó como parte del post-Renacimiento-, El emperador y sus locuras acabó siendo una producción diferente y teniendo una de las estéticas más distintas de todo el repertorio de Disney.
Profundamente divertida y cargada de un humor que no pasa de moda, El emperador y sus locuras no fue un bombazo en taquilla, pero, con el tiempo, ha conseguido ser recordada con gran cariño. Para algunos, de hecho, incluso se trata de lo mejor que ha hecho el estudio de animación. En ella se relata la historia de Kuzco, un personaje que, al contrario que la mayoría de protagonistas Disney, está diseñado para no gustar a nadie desde el principio. Kuzco es un arrogante emperador que tiene todo lo que desea, pero cuyos despreciables modales le han creado enemigos a lo largo de toda su vida. Una de ellas Yzma, quien junto a otro de los trabajadores del emperador en palacio, traza un plan que termina con Kuzko convertido en una llama.
Sin saber que se trata de él, Kuzko es expulsado de su hogar y, en su forma de llama, acaba vagando por el pueblo. Allí es donde conoce a un campesino llamado Pacha, un hombre dispuesto a ayudarle con el que comienza una aventura llena de peligros pero muy divertida para llegar a palacio, recuperar su vida y, ya de paso, aprender un plan de lecciones que le conviertan en mejor persona.
Sacar adelante El emperador y sus locuras en el año 2000 fue casi un milagro. La película fue presentada originalmente al CEO Michael Eisner en 1994 por Roger Allers como un gran musical ambientado en Perú pero bastante diferente a nivel de trama de lo que sería siendo y con otro título: Kingdom of the Sun. A Eisner le gustó e incluso se ha reportado que vio en el proyecto una propuesta que tenía "todos los elementos de una película clásica de Disney". Sin embargo, Allers y el codirector Mark Dindal, a quien se contrató precisamente para darle más comedia a la cinta, no terminaban de dar con la historia que querían contar y la producción avanzó muy lentamente hasta una primera versión que no convenció al propio estudio y que acabó con la salida de Allers y con la de varios miembros del equipo bastante desalentados.
Esta película de fantasía es uno de los mayores fracasos de Disney: casi hace cerrar el estudio y fue oculta durante más de una décadaPero Disney no quería desaprovechar el material que se había realizado, así que, lejos de dejar El emperador y sus locuras en un cajón, trató de reelaborarla en lo que finalmente sería la versión que llegó a los cines: de la primera solo quedaron algunas ideas, se eliminaron canciones y se potenció el enfoque cómico como nunca antes en una película de Disney.
Una vez lista, pese a todos los problemas que se desarrollaron durante seis años y que cambiaron por completo la película -fueron tantos que incluso llegó a hacerse un documental-, El emperador y sus locuras fue considerada una decepción en taquilla: sus 169 millones de dólares recaudados se quedaban muy muy lejos de cualquiera de las películas animadas de Disney de la década de 1990. Tampoco le vino nada bien que Disney pusiese parte de los esfuerzos de marketing en promocionar otra película, 102 Dálmatas. No obstante, la cinta tendría secuela, El emperador y sus locuras 2, que fue directamente a vídeo y no llegó a pasar por cines.