A finales de los años 90, Hollywood vivía un revival del cine de catástrofes y de monstruos. Cintas como Volcano (1997), Un pueblo llamado Dantes Peak (1997), The Relic (1997) y Virus (1999) aseguraban buenos números en taquilla sin presupuestos desorbitados, con actores de medio pelo (o en horas bajas) y con (el esperado) desprecio de la crítica especializada. Ya a finales de la década, y con el advenimiento del cine de superhéroes gracias a Blade (1998), los productores de Hollywood Pictures decidieron que era correcto encargarse de mezclar ambos géneros en una sóla producción: Deep Rising. El misterio de las profundidades (1998).
La compañía, propiedad de The Walt Disney Pictures, decidió delegar la producción en la empresa Cinergi Pictures, propiedad de Andrew G. Vajna, responsable de cintas que podrían encajar perfectamente en esta sección: Velocidad terminal (1994) o Juez Dredd (1995). Tenían entre manos el libreto de un joven director y guionista que, pese a ser un gran fan del género, venía del cine infantil con su trabajo en largometrajes como Las aventuras de Huckleberry Finn (1993) y El libro de la selva: La aventura continúa (1994). Se trataba de... Stephen Sommers.
Para el 'casting' se seleccionó a un buen puñado de caras conocidas, aunque sin contar con ninguna estrella. Estas eran Treat Williams (Estamos muertos... ¿o qué?), Famke Janssen (El señor de las ilusiones), Wes Studi (Street Fighter: La última batalla) y Djimon Hounsou (Stargate. Puerta a las estrellas), entre otras.
Deep Rising arranca explicando que en el fondo del mar del Sur de China hay una cordillera montañosa que nunca ha sido explorada debido a su profundidad. Cientos de barcos han desaparecido allí a lo largo de la historia. De ahí pasamos a unos personajes que ocupan una veloz lancha, a cada cual más estereotipado: un rudo líder, el afroamericano chisposo, el técnico friqui… y el héroe de la cinta. Este es el capitán John Finnegan, encarnado por Treat Williams. Tras saber que se dirigen a un punto en medio del océano, nos trasladamos al lujoso crucero en el que va a bordo la ladrona Trillian St. James (Famke Janssen). Esta mujer tiene como objetivo hacerse con la mayor cantidad de carteras y joyas posibles.
Volvemos a la embarcación del comienzo, donde descubrimos que la pequeña tripulación transporta una peligrosa carga. Hanover (Wes Studi) y los suyos son un sangriento grupo de mercenarios y su objetivo es asaltar la lujosa nave y luego volarla con unos grandes misiles. Tras un breve enfrentamiento con estos tipos duros, comprobamos que el capitán y los suyos van a ser los héroes de la función. De vuelta al crucero, Trillian es encerrada tras ser descubierta in fraganti tratando de robar la caja de seguridad del mismo. El personaje nos deleita con frases dirigidas hacia la puerta blindada de dicha caja fuerte como: "¡Uh! Eres una chica mala". Pero lo más inverosímil de la escena viene cuando esta acaba en una enorme cámara frigorífica -con un vestido de tirantes- arriesgando su vida.
Alguien sabotea el sistema informático del crucero y la tripulación de a bordo tiene que afrontar una gran crisis mientras se ve inmersa en una tormenta. Es entonces cuando el limitado actor Anthony Heald (de la serie Boston Public), que da vida al magnate Simon Canton, saca todo su repertorio interpretativo de muecas y gesticulaciones. Ojo al error narrativo: el navío parece detenerse, pero algo desconocido choca contra el barco cuyas hélices siguen funcionando perfectamente. El impacto causa un gran caos entre los pasajeros y, mientras tanto, el barco del capitán Finnegan impacta con una pequeña lancha y queda gravemente dañado. Explosiones y montaje alocado por doquier.
Es hora de la acción. Los mercenarios quieren asaltar el lujoso crucero como si fueran unos piratas de Somalia. Al acceder al gran salón, comprueban que el sitio está desolado y que hay sangre por todas partes. En su búsqueda se plantean una pregunta: si parece que todos han muerto, ¿dónde están los cadáveres? Por su parte, la ladrona, encerrada en la cámara frigorífica, despierta tras quedar inconsciente como consecuencia del impacto. Parece que al ser custodiada allí ha podido salvar su vida. Y aquí es cuando presenciamos la primera muerte de uno de los despreciables mercenarios: el del loco interpretado por Trevor Goddard -actor al que los fans del cine 'cutre' recordaréis por hacer de Kano en Mortal Kombat. Ha sido asesinado por una misteriosa criatura, la cual parece ser la causante de todos los daños que el navío ha sufrido.
A partir de aquí comienza una divertida carnicería, un festín de sangre, tripas y restos de materia gris cerebral que harán las delicias de todos los fans del género. El mercenario al que presta sus gestos Djimon Hounsou muere de un hachazo en la cabeza a manos del magnate Simon Canton, que a su vez se encuentra escondido junto a otros miembros de la tripulación. Como venganza, uno de los villanos tirotea sin piedad a algunos inocentes. Ya no podemos sentir empatía por prácticamente ninguno de los personajes que va desfilando frente a la cámara.
Los supervivientes se reúnen en un ascensor en una irrisoria escena que pretende crear sensación de claustrofobia, pero que demuestra la poca maestría que tenía por aquel entonces Sommers para crear tensión en los nervios del espectador. Al llegar a la parte inferior del barco, descubren un terrible hallazgo: todo está lleno de restos humanos por todas partes a modo de comida regurgitada. Tras salir airosos de su primer enfrentamiento con la criatura cara a cara -aunque no la vemos aún-, los protagonistas se reúnen en un compartimento para teorizar sobre lo sucedido; algo indispensable en una película chusca sobre monstruos. Aquí averiguamos, en un giro muy loco de los acontecimientos, que el propietario del crucero está compinchado con Hanover, el líder de los mercenarios. Todo el asalto para robar el dinero y las joyas a bordo y la posterior voladura con torpedos de la embarcación era una estratagema para cobrar el seguro. Todo muy creíble.
Entonces, la criatura hace su primera aparición ante la cámara en una escena de lo más gore: cuando el capitán Finnegan se percata de su presencia, la tirotea y esta deja caer de su estómago a uno de los mercenarios que había devorado y que se encuentra en plena descomposición. Una escena que recuerda a cuando uno de los villanos de Robocop (1987) choca contra un contenedor de ácido.
Es en este tramo cuando el millonario propietario del barco da la primera teoría sobre la criatura que puede ser la causante del ataque: se trata de una 'Archaea Ottoia', un gusano submarino al que se le creía extinto y que puede ser minúsculo o gigantesco según la profundidad donde se encuentre. Como curiosidad, te diremos que en algunos países se llamó a la criatura "Octalus". Un ser con más de 900 años que es posible que no sea único en su especie. Este monstruo tiene múltiples tentáculos que son inteligentes, a modo de pequeñas bocas, con los que succiona los fluidos de sus víctimas. También cabe resaltar que el diseño de este engendro marino se debe a Rob Bottin, autor de otras míticas creaciones como las vistas en La Cosa (1982) de John Carpenter y Legend (1985) de Ridley Scott.
Pero ha llegado el momento de que los mercenarios que quedan y los supervivientes del crucero vayan muriendo poco a poco a manos de este "Octalus" mientras tratan de llegar a la cubierta en busca de un bote salvavidas que les lleve a tierra firme. O bien la criatura se acerca de la manera más silenciosa posible -como cuando devora al personaje de Jason Flemyng- o destroza todo a su paso -como cuando ataca bajo el agua a Mason, el rol del afroamericano Clifton Powell.
Al final, Finnegan y su mecánico consiguen llegar a la lancha en la que navegaban al comienzo de la cinta y este último se acuerda de su novia, a quien dejaron en dicha embarcación para repararla. Lo que no saben es que ha corrido la misma suerte que los demás. Dentro del crucero, Canton demuestra que es realmente el villano cuando, para no dejar testigos, trata de matar a Trillian. Todo es extremadamente confuso y no sabemos dónde está cada personaje o por qué está ahí. Pero el héroe la salva justo antes de ver por completo el aspecto del monstruo, que casualmente no termina de matar al capitán e incluso le permite que le dispare en un ojo -otros, con un contrato más modesto, fueron devorados al momento.
El filme culmina con la pareja protagonista escapando en una de las motos de agua que hay en el crucero. ¿Y el magnate, te preguntarás? Canton muere en una explosión a bordo de la lancha propiedad del protagonista -causada por los misiles que los mercenarios transportaban- y esta se lleva por delante tanto al enorme crucero como a la bestia. Un final con muchos fuegos artificiales, como toda buena producción chusca de los '90 que se precie.