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    Una de las escenas más repugnantes en 128 años de historia del cine: dos décadas después no nos la hemos quitado de la cabeza
    Alicia P. Ferreirós
    Amante de las series y gran aficionada al terror, la ciencia ficción, la crónica negra y el ‘true crime’.

    Secuela de una obra maestra del 'thriller', la película sería considerada inferior a su predecesora, pero se las apañó para dejarnos una secuencia tan desagradable como inolvidable.

    Elegante y repugnante a partes iguales, han pasado más de dos décadas desde que Ridley Scott aceptó ponerse a los mandos de uno de los 'thrillers' más ambiciosos y esperados del momento, pero nunca habrá pasado tiempo suficiente como para que podamos quitarnos de la cabeza la que sin duda es su escena más característica. Estamos hablando de Hannibal, la famosa película de 2001, secuela de la mítica El silencio de los corderos en la que Anthony Hopkins volvió a meterse en la piel del escalofriante asesino caníbal Hannibal Lecter.

    Estrenada diez años después de la película original dirigida por Jonathan Demme, la expectación ante el regreso de uno de los asesinos más míticos de la historia del cine era total y absoluta, como demostraría su recaudación de más de 350 millones de dólares. Desafortunadamente, el filme resultaría decepcionante para una parte importante tanto del público como de la crítica y sería considerada como claramente inferior a su predecesora.

    Sin embargo, lejos de caer en el olvido, como sí ocurriría con la siguiente película sobre el personaje creado por Thomas Harris, El Dragón Rojo, Hannibal siempre será recordada por albergar una de las escenas más repugnantes en 128 años de historia del cine.

    Hannibal
    Hannibal
    Fecha de estreno 23 de febrero de 2001 | 2h 05min
    Dirigida por Ridley Scott
    Con Anthony Hopkins, Julianne Moore, Gary Oldman
    Usuarios
    3,7
    Sensacine
    3,5

    Y es que, mientras El silencio de los corderos es una obra maestra del 'thriller', Ridley Scott filmó, con diferencia, la escena más repugnante de Hannibal Lecter en su secuela.

    Basada en la novela homónima que Thomas Harris había publicado un par de años antes, en la secuela de El silencio de los corderos Hannibal se ha construido una nueva vida en Florencia tras escapar, y allí ha logrado encontrar un trabajo en una biblioteca. Allí es descubierto por el inspector Rinaldo Pazzi, que alerta del descubrimiento al adinerado Mason Verger (Gary Oldman), un antiguo paciente de Lecter con ganas de venganza tras haber quedado desfigurado y mutilado por un ataque caníbal. El millonario intentará acabar con el asesino, pero alguien se interpondrá en su camino: Clarice Starling, que en esta ocasión no encarna Jodie Foster, sino Julianne Moore.

    Aunque hay momentos muy tensos a lo largo de las más de dos horas de duración de la película, la escena más repugnante con diferencia ocurre en la recta final, durante un banquete en el que el funcionario del gobierno Paul Krendler (Ray Liotta), tras haber sido drogado por Lecter, es alimentado con su propio cerebro mientras la parte superior de su cráneo está abierta.

    MGM

    Una imagen que nunca podrás sacarte de la cabeza y con la que Ridley Scott se coronó por completo. Según un interesante y extenso artículo publicado por The Guardian para el estreno de la película, para la escena se creó un muñeco animatrónico de Liotta que costó 70.000 dólares pero que le brindó al actor la rara oportunidad de permanecer fuera de cámara y verse a sí mismo actuando.

    Liotta tuvo que soportara el peso de un yeso completo en la cabeza y el cuerpo y se rapó el pelo para el papel, pero aseguró que se había divertido mucho. "Creo que la gente definitivamente recordará esta escena. Aquellos que han leído el libro ciertamente lo recuerdan. Pero incluso ellos pueden llevarse una sorpresa. Es más explícito que en el libro", comentó. Y no se equivocaba.

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